Opinión

Había una vez una ciudad llamada, ¡Ourensis!

En el País de Nunca Jamás, la ciudad romana de Ourensis estaba permanente situada en el epicentro de todos los dimes y diretes, encuentros y desencuentros del universo estelar. Y claro, sus actores principales y secundarios estaban siempre presente en todas las conversaciones y discusiones más sesudas por parte de los más sabios del lugar. Y por supuesto, se había consolidado como el plató de cine preferido y favorito de la lúdica y ejemplarizante saga de “Torrente y sus amiguitos de toda la vida”. ¡Qué mejor que Ourensis para recrear todas sus inocentes y lúdicas tropelías a imagen y semejanza de la añorada Marbella de Jesús Gil! Qué memorables tiempos aquellos... ya solo nos falta el rodaje de la escena del jacuzzi con sus acompañantes femeninas y todos los fotógrafos de Ourensis dando fe de tan sublime momento, pero todo se andará, cuatro años para filmar dan para mucho y las glamurosas, opulentas y faraónicas pozas de agua caliente de Ourensis dan para todo tipo de escenas... eso sí, no aptas para menores. 

Y es que los habitantes de Ourensis eran tremenda y envidiablemente felices. La fiesta era permanente y la ciudad se había convertido en el paraíso terrenal de las charangas y orquestas. Todas las semanas los ourensanis podían disfrutar de multitud de enriquecedores eventos culturales de toda índole. Y es que la cultura era un pilar básico de Ourensis. La Xeración Nós y todos sus escritores y literatos tenían al fin un brillante relevo en los Nuevos Episodios Ourensanis. Cuánta satisfacción y algarabía existía entre los gobernantes y los apáticos vecinos de tan feliz y prospera ciudad. Y es que la formación, negociación y toma de posesión de los nuevos señores del Reino había sido tan transparente y ejemplarizante que había dejado maravillados a propios y extraños. Y es más... había quedado para los anales de la historia del mundo mundial y a disposición de todos y todas los analistas interplanetarios cómo se deben hacer las cosas a la hora de tomar acuerdos con las “cosas de comer”. Como todos sabemos, con los alimentos no se juega... que se lo expliquen a mi perro cuando le intento quitar un hueso de la boca... me enseña su poderosa dentadura sin titubeo ninguno, en fin. 

Pues sí, como iba diciendo, Ourensis era todo un ejemplo a seguir. Todos los sesudos políticos de las poblaciones colindantes nos miraban con envidia y buscaban entender cómo podíamos pasarlo tan bien en esta ciudad bendecida por sus archiconocidas aguas termales y sus colosales instalaciones que daban cobijo de lujo a millones y millones de personas que peregrinaban continuamente buscando a ese Ourensis donde sus habitantes bebían de la pócima de la felicidad que les hacía indestructibles ante todos los supernegativos indicadores económicos, demográficos y sociales que los más agoreros arrojaban constantemente a sus habitantes para intentar minar una fe a prueba de todo. 

Y es que Ourensis era ya un ejemplo a seguir y, también dicho sea de paso, una ciudad que todos los sociólogos de la galaxia visitaban y estudiaban a fondo para proceder a exhaustivas investigaciones sobre nuestra envidiada y desconcertante sociedad en nuestro siempre querido Ourensis. 

En definitiva... éramos ya todo un ejemplo a seguir de felicidad plena y escepticismo total y absoluto. Como decía un amigo mío: ¡que viva el vino!

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