Opinión

El Parque de San Lázaro

El campo de San Lázaro, donde fue hasta hace poco la feria del ganado y donde parece que se proyecta poner jardines”. Transcurría el año 1928. Publicado en Barcelona por “Editorial Alberto Martín”. Esto lo escribía nuestro ilustre e inolvidable ourensano Vicente Risco. En la pág. 247 de la Geografía General del Reino de Galicia. Datos que me facilita Juan Carlos Rivas, estudioso y versado en todo lo que concierne a Ourense, y autor del último “Rueiro de la ciudad editado por la Concellería de Cultura del Excmo. Concello de Ourense, siendo alcalde Don José Luis Mondelo García”.

En la primera Corporación Municipal democrática fue elegido alcalde de la ciudad Don José Luis López Iglesias. Quien reestructuró, dinamizó y embelleció distintos puntos del centro de Ourense. Entre ellos, el Parque de San Lázaro con la colaboración del técnico Don Francisco Javier López García “El plantas”. Dotándolo de una masa arbórea y cubriéndolo en su extensión de sombras abundantes muy necesarias. Sustituyó los paseos de tierra por un enlosado bicolor jugando con senderos en distintas alturas.

La capilla de San Lázaro que estaba en el Parque fue desmontada piedra por piedra y se depositó temporalmente en el Campo de la Feria.

Hoy reconstruida luce magnífica, en el atractivo, limpio y pintoresco barrio de Peliquín.

Más tarde también se destinaron pequeñas zonas de juegos infantiles, dotándolos de un pavimento apropiado. Se rodeó la fuente central de pequeños arbustos de “cupresáceas” formando arcos de vegetales y flores, y se la puso en funcionamiento, lo que le dio más vida al entorno y más gracia y frescor en esas tardes ourensanas calurosas, y a veces tórridas que en tantas ocasiones nos invadió la somnolencia entre arrullos de palomas, tórtolas y pájaros que anidan en la frondosidad de su arboleda. Pero el Parque, y su entorno, antes o después, a lo largo de su vida fue el escenario en el que actuaron miles de ourensanos, niños, jóvenes, adolescentes, parejas de enamorados, amigos, estudiantes, soldados, ancianos. En el decir de algunos, no solo vecinos que hablaban de patio “de vecindad”, se reunían también círculos de escritores, poetas, ajedrecistas, “peripatéticos”, artistas.

Un espectáculo lo constituían las nodrizas o amas de cría que amamantaban a niños de otras familias, y que llamaban la atención por su peculiar forma de vestir, con sus amplios vestidos vaporosos y rimbombantes, cubiertos de tarlatana azul o rosa según el sexo del bebé, que hacía juego con sus gorros del mismo color y con el ropaje con que se revestía el cochecito y con el del propio niño. Por lo general estas mujeres, solteras en su mayoría, procedían de zonas rurales próximas a la capital.

A la llegada del “Pelargón” a partir de 1940 y la aparición de alimentos específicos para la alimentación infantil, estas personas fueron desapareciendo de la escena ourensana.

Las que sí se mantuvieron fueron las criadas o niñeras al cuidado de la “gente menuda”. Que eran muy solicitadas por soldados y mozalbetes que, dotados de un olfato súper sensible, estaban al acecho y merodeaban los bancos y fácilmente captaban a la hora de la merienda y el olor de los bocadillos de jamón o chorizo que las madres habían preparado con esmero para sus niños.

Al final era compartido por los pícaros de turno. De ahí viene la irreverente frase: “Dejad que los niños se acerquen a mí porque detrás vienen las criadas con los bocadillos”.

La calle Parque de San Lázaro comienza con el edificio que levantaron en su día los Fonseca-Moretón, familias de renombre en la ciudad y que los ourensanos denominaron la “Linda Tapada”. Pues permaneció durante mucho tiempo una vez terminada, las dos fachadas, ocultas a los ojos de los ourensanos, tras toldos de arpilleras que desde los tejados caían hasta la calle. El bajo fue ocupado por Padín con una tienda en la que se vendía de todo, pero de gran gusto, un cuadro, un óleo, una lámpara, una chaqueta de punto, etc.

Mis recuerdos alcanzan al Restaurante-Bar Azul con una cocina excelente, el Consulado de la Argentina también viene a mi memoria, la construcción del Hotel Parque con su cafetería que fue punto de reunión de peñas de intelectuales y artistas, allí se reunían entre otros Ernesto Gómez del Valle, Prego de Oliver, Risco, Carlos Vázquez, Faílde, Alvarado e invitados de unos y otros mientras hablaban de lo más variado y otros jugaban sus partidas de ajedrez.

Recuerdo también, cómo no, la cafetería Alaska donde existía un mural de nuestro Jaime Quessada que desgraciadamente se perdió con las obras de reforma posteriores y la discoteca “Bocaccio”, ubicada en el sótano a la que se accedía por una puerta y unas escaleras muy estrechas. La juventud de entonces acudía a ambos locales en masa. Dejo para otra ocasión el resto. Se lo prometo.

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