Opinión

ME PARECE

Después de los últimos sobresaltos en la vida política y económica del país, parece extenderse entre analistas y ciudadanos una falsa sensación de tranquilidad. Como si el monstruo de los mercados hubiera dejado de mirarnos. Pues no. La rentabilidad de la deuda soberana española sigue creciendo y, en todo caso, se mantiene en niveles inaceptables para nuestras cuentas públicas. Y para completar el panorama, aparecen en el cercano horizonte nubarrones aún más negros. El precio del petróleo está subiendo. Lo que posiblemente traerá tensiones inflacionistas y quizás una subida de los tipos de interés por el BCE. Si eso ocurre, el cable de esa institución europea ?la única que está respondiendo a los problemas de los países periféricos- dejará de ofrecerse a los bancos que necesitan liquidez -como los españoles- y la compra a bajo precio de la deuda emitida por los estados en dificultades, finalizará.


A perro flaco todo son pulgas. Por eso me parece que en este país no deberíamos pensar ya en clave interna. El dilema Zapatero- Rajoy no existe. Los dos ofrecen ahora la misma alternativa. Es más, ambos harían bien en analizar conjuntamente, y si aún es posible, responder de forma común a las políticas que el núcleo duro europeo (básicamente Alemania) están desarrollando frente a la interminable crisis del euro. De ellas depende que los 'recortes' ya decididos y los que van a llegar en los próximos meses, sirvan para algo. O, lamentablemente, no sean más que un sacrificio estéril de los ciudadanos.


La impresión es que Angela Merkel piensa más a corto plazo que a medio. Y que la prioridad está en su electorado y en mantener a toda costa el crecimiento alemán. Su negativa a emitir eurobonos ?lo que atajaría las inacabables tensiones especulativas sobre las deudas soberanas de los países más endeudados- excusándose en la necesidad previa de una política fiscal europea común ?que tampoco tiene ningún interés en promover-, delata su intención. 'Nada de socializar riesgos, aunque el euro peligre'. Al menos hasta que el peligro no sea más cercano. Corta mirada que puede hacernos un daño irreparable. ¡Tan distinta a la de Helmut Kohl! Para los actuales conservadores alemanes, sin el 'castigo' de los mercados a los 'derrochadores' periféricos, éstos no se van a disciplinar. ¡Como si nuestro endeudamiento no hubiera sido el que durante años engordó su balanza comercial! En esas coordenadas está nuestro futuro y no en las trifulcas menores de nuestros políticos domésticos.


Pero dicho esto, y convencido de que la influencia de nuestros gobernantes en las decisiones que más nos van a influir es escasa, creo que también toca hacer una reflexión profunda como país y modificar nuestra 'forma de ser' para ser capaces de responder a las graves dificultades que nos esperan.


Me parece, por ejemplo, que ya no podemos tolerar que nuestra baja productividad siga siendo socialmente tan bien aceptada. Que no es de recibo que el funcionario de turno se marche siempre una hora antes del final de su horario laboral. Que el compromiso del trabajador con la empresa no vaya más allá de cobrar a fin de mes. Que banqueros y empresarios huyan de sus obligaciones fiscales en paraísos más o menos lejanos, en vez de reinvertir los beneficios en nuevas ideas. Que se cobre el paro mientras se trabaja en la economía sumergida. Que permitamos a los estudiantes vivir sin estudiar y encima les financiemos los gastos. Que leamos tan poco y veamos tanto la tele. Que el innovador aquí no sea famoso y sí lo sean los ignorantes. Que el máximo riesgo que asumamos sea la elección del número de la lotería o el signo de la quiniela. Que no viajemos lo suficiente para abrir más el cerebro. Que no sepamos nada de inglés. Que critiquemos siempre al jefe o al gobernante, pero nunca veamos nuestra propia indolencia y pasividad. Que los corruptos nos sigan pareciendo 'ingeniosos'. Que pocos opten por trabajar más como aportación personal para salir de estos momentos difíciles...


Todo esto debemos empezar a verlo de otra manera. Me parece.

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