Opinión

Una cadete preparada para la borbónica continuidad

La princesa Leonor formando con el uniforme de la academia. Foto: Casa del Rey.
photo_camera La princesa Leonor formando con el uniforme de la academia. Foto: Casa del Rey.

No sé si vale la pena perder ni unos minutos con estos que ostentan los oropeles monárquicos contando con el beneplácito de unos cuantos sólamente, quienes instalados en la papanatería y acaso el provecho se les llena la boca con ese Sus Majestades. Pudiera parecer que únicamente países que no han alcanzado la madurez democrática son monarquías, pero no es así porque naciones tan democráticas como Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña siguen siendo monarquías, sí constitucionales y todo eso que conlleva el sometimiento a la ley máxima, pero es que sostener el oropel, en suma, al vago y familia instalados en un palacio, cuesta lo suyo. Se argüirá que dan prestigio cuando salen por ahí representando al país, como si otros, estos sí de comprobada solvencia, no pudiesen hacerlo; pero sí importa que ostenten el cargo de jefe del Estado y generalísimo de los ejércitos, con todo lo que de tentador tienen esas jefaturas, y el otro, de árbitro y moderador de las instituciones. Quien no ha sido elegido, sino que impuesto por sucesión, no tiene cabida en una democracia por mucho que se la disfrace y la nuestra monárquica fue impuesta por el dictador a título de heredero, aunque digan que se ha legalizado a posteriori por su actuación, en el caso que subsigue más que dudosa, por ese limbo de tantas horas sin pronunciarse, a quien después se honró como salvador de la patria o de la democracia amenazada el 23-F. Un barnizado tras otro que no solo implicó a los lameculos profesionales sino a políticos que creíamos veraces y que hubieron de disfrazar o interpretar los hechos aun a sabiendas de que tanto retraso más que sospechoso.

Cuando en alguna fase de la llamada Transición se insinuó un referéndum para rey si o rey no, promotores y encuestadores advirtieron que se perdía y el partido al mando lo abortó de raíz. No pocos hay que piensan que la República la traerán, más temprano que tarde, los catalanes en su demanda independentista o en todo caso federalista.

Cuando luego de tanta pendejada monárquica quienes podían cambiar el sistema siguieron con él sosteniendo esa forma de estado, monarquía constitucional en la que nadie cree y menos los jóvenes a los que interesa un bledo tales personajes de la llamada sangre azul, que si de este color se les pusiese, perecerían todos y librarían al universo de tanto privilegio heredado por un ius sanguinis inconcebible en un sistema democrático. La pirámide siempre cobija corrupción, que no debe olvidarse que bajo su disimulado paraguas algunos se enriquecieron, empezando por la misma cabeza, la del ahora llamado emérito, que de esto, que significa sobresaliente o merecedor, poco tiene. Las pirámides pueden devenir en eso, por la protección que les proporciona un estar al margen de la ley al dotarlas de inmunidad.

Ahora se llenan los medios de comunicación con loas a la cadete Leonor, la heredera, que ya está siendo educada para ostentar en su día la disfunción o funcionariado de reina. Pasará por las academias militares de Tierra, Mar y Aire, solo que en un tres en uno o sea un año en cada academia, cuando normalmente son cuatro; no sé para qué tanta preparación, cuando se prevé, no a largo plazo, que las cuestiones catalana y vasca deriven hacia una República de estados federales a los que seguirán todas las comunidades. Solo así nos libraríamos de palacios, guardias reales, sueldos, embajadas por el mundo, oropeles, besamanos, dobladuras de cerviz…Eso será el fin de la monarquía, que es incompatible con un estado federal, pero ya veréis como estos políticos profesionales, expertos en maquillajes, o en lo que da en llamarse ingeniería política, se las ingeniarán para hacer compatibles un estado federal con un reino federal.

A mí esto de reinas me sonaba por los avatares de las que aquí más afamadas, tales la veleidosa Urraca, que fue antes que reina condesa de Galicia, y su hermana Teresa, de Portugal, madre de Afonso Henriques, el primer rey luso, o la taimada reina católica Isabel, que descabalgó a la legítima heredera su hermana Juana, o Isabel II, que fue descabalgada por la llamada Revolución Gloriosa; claro que cuando se descabalga al jinete debe dejársele como infante de a pie, que fue lo que se hizo, pero no recabalgar o recuperar de nuevo esa figura de rey, como aquí se repitió con alguna reposición monárquica. Los Borbones fueron una lacra desde los tiempos del primero, Felipe V, salvo Carlos III, por lo que a cualquier descendencia debería reducírsela al simple tratamiento de ciudadano o ciudadana Borbón, alejado del mayestático Su Majestad, de tan redundante que apesta.

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