Opinión

La prolífica figura corbaliana, un portento creativo

Corbal dibujó la capilla de Santa Comba de Bande, nuestro más antiguo templo, como todos los eximios ourensanos.
photo_camera Corbal dibujó la capilla de Santa Comba de Bande, nuestro más antiguo templo, como todos los eximios ourensanos.

A Pepe Conde Corbal le conocí cuando aparecía por La Región, carpeta de dibujos bajo brazo, a encontrarse o con Risco, o con el director R. Outeiriño, o con sus amigos, casi contemporáneos: Huete y Gimenojko; por aquellos tiempos haríamos una excursión a las minas de wolframio de As Sombras de su pariente por afinidad, Antonio Tejada, cuya hermana estaba casada con su hermano el traumatólogo Manolo, que siempre fue una especie de Theo Van Gogh o sea de mecenas de su hermano al que compraba, cuando apurado el pintor, alguno de sus óleos, acuarelas, dibujos o grabados; me había encargado este diario un reportaje sobre las Minas de As Sombras paradas desde hacía un montón de años. Acompañé a Tejada y a Corbal hasta Lobios donde nos esperaba un fidelísimo guardián de la mina, llamado O Rato. Juntos fuimos dando tumbos en un vetusto land rover por la irregular pista que desde Saa, encima de Lobios, que nos dejó molidos cuando accedíamos a la pista de As Sombras, apeándonos cuando contactamos con el rio de Vilameá o de las Sombras para ascender a pie por la pedregosa pista con cierto esfuerzo. Antonio Tejada entonces quería relanzar la explotación transfiriéndola, no recuerdo si al grupo Barreiros, potente por entonces, que interesado en ella. Una comida en el Lusitano de Lobios, a la vuelta, daría para que Pepe nos relatase con verbo cálido sus trabajos mineros, que aprovecharía, aunque de breve estancia como peón de base, para pintar lo que era el trabajo en unas minas de wolframio en la frontera, en la década de los 40-50.

Dejado lo de la incursión minera, hace unos días asistí al homenaje de este gallego prominente, nacido en Pontevedra hace justamente 100 años, morador temporal en Vigo o Vilagarcía, casi permanente en Ourense, que por impulso de la familia dio acogida en El Cercano su sobrino Moncho. Un acto que contó con oratoria, vinillos y tortilla al remate de los más que panegíricos, recordatorios de quienes en contacto con el pintor tuvieron. Así que Moncho abrió la sesión a mediodía, en breve exposición de lo que iba a ser aquello, cediendo la palabra a Ruti, que con su cuñado Miguel Mosquera fueron los impulsores de una exposición reivindicativa de la familia Conde Escuredo en O Grove, sobre uno de los más señeros edificios de la villa a la que gobiernos municipales de distintos colores no han considerado. Emoción de oradores, perceptible en todos ellos, que no pudieron sustraerse al momento, aunque avezados a la pública oratoria; Ruti, que no otro que el hijo del pintor, más conocido por este apelativo que por el propio de José Manuel, evidenciaba la emoción, en su caso justificada y entendida, mientras que su hermana Ana, por su aplomo y precisión, no se dejaba vencer por las emociones o no las trasmitía; Maribel Outeiriño dijo unas sentidas palabras, que evidenciaban su trato con el pintor, recién aterrizada en la urbe, después de licenciarse en Madrid, cuando comenzaba su periplo en este diario y en la televisión española; Vicente R. Gracia, también emotivo, recordó su colaboración cuando el periódico publicaba sus pies de foto sobre los pájaros que Corbal dibujaba; el director cinematográfico Xavier Villaverde explicaría el por qué incluyó en su corto sobre la eximia actriz María Casares, la hija nómada de Casares Quiroga, prohombre de la República, los dibujos de Corbal o “Fardel da Guerra”, una colección sobre la parafernalia falangista, la de militares, incluidos entierros, paseos, fusilamientos; en suma, la barbarie del frente de guerra y tras sus líneas. Un fondo imprescindible en este cortometraje, que, para gusto de todos, se proyectó en la sala.

Espontáneos de última hora, Alfonso V. Monxardín, que recordaba a un Corbal que tomaba apuntes cuando él de excavaciones castrejas; a Willy que cuando destinado acá como teniente de las COES fue acogido por la familia Conde Escuredo como si propia fuese. Ya como la gente, de capillitas, entre vinillos y pinchos, apenas los espontáneos fueron oídos, por mucho que alguno esforzase una voz de sí potente. Cuando se cambia de tercio suceden estas cosas y lo que era atención y recogimiento se torna conversación y esparcimiento.

A Corbal lo va a rememorar una exposición auspiciada por la Deputación de Pontevedra y se espera que otras más itinerantes que viajarán por Galicia en pos de ese reconocimiento para quien nunca antes tan prolífico enaltecedor en sus dibujos de fauna, flora, monumentos, donde la mar y la tierra gallega no se libraron de todo lo que destacable se le ocurriese como redescubriendo una casi ignota Ribeira Sacra o plasmando la fauna y flora en un gran mapa de Galicia a todo color… Todo esto colocará a Conde Corbal en ese olympo de hombres galaicos memorables por la obra que nos legaron.

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