Opinión

Tamaño justo, ciclistas que fueron y los robafachas

De urbano paseo te encuentras a menudo con conocidos, amigos de trato frecuente y otros de menos frecuencia pero que afectuosos te saludan. Es grato habitar en una ciudad no desmesurada, y esta Auria parece tener el tamaño justo para que sus habitantes sean algo en el medio; en las grandes ciudades se diluye uno como azucarillo en agua caliente, lo cual tiene sus ventajas también, aunque yo, provinciano, no se las vea; es que me encuentro con algunos retornados de las grandes urbes, que en la jubilación vuelven a sus raíces con grande contento de librarse del bullicio y de perder un quinto de su vida en el transporte.

Anxo Rodríguez me para en la calle para pedirme el número de teléfono y mantener esa promesa de ir a las Trevincas, que así años, pero más él por algún físico impedimento que por ganas. Anxo, que combina enseñanza con vespertino y técnico trabajo, sigue con la bici en una afición heredada de los hermanos Quico y Celso, de los que el primero su padre, que aún, octogenario, se iba carretera adelante en su bici llegando más allá do Alto do Rodicio. Si no una leyenda, los hermanos Quico eran un referente en la ciudad donde aún mora el único profesional que tuvimos finalizador de tres Tour de Francia y cinco Vueltas a España, que es como tener a un olímpico o más, caso del pontino Raúl Rey.

Entre los que no encuentro ruando está Abelardo Lorenzo, ese agudo analizador, de certera pluma, que demuele tanta mediocridad con estilo, el cual me dedicaba su pequeño artículo del lunes con un encabezado: a Chicho Outeiriño,  experto e infatigable trotamontes.  Que más quisiera uno que imagen tiene de algunos montes, porque hallo que tantos y tantos recovecos quedan por hollar, y que yendo por A Edreira entrando por los Montes de Samión, allá donde nutricios también el Cabrós y el Cabronciño, otras veces desde el mismo alto de San Mamede, las más siguiendo del curso del río Queixa, Chandrexa, Edreira o Navea hasta el lugar donde unos cuantos tributarios le dan vida, amén de los citados, cuando desconocía que la barbarie de aquella ley de fugas aplicada a los maquis había empañado tanta belleza. Gracias, Abelardo, por contárnoslo porque en mi memoria quedaba solamente el goce del retozar en las aguas de un mirlo acuático o la espera de un ocurrente amigo que pasando a la orilla opuesta de uno de esos vadeables riachos, se sentó cómodamente para exclamar, al paso de tanta dama arremangada, de lucientes piernas, aquello de Chacho, non teñen celulitis. Ni pensara que allí aplicado con saña aquello que cita Abelardo, de Hobbes en el Leviathan: homo homini lupus est, el hombre es lobo para el hombre.

De pateo ciudadano me apeno al ver como los negocios urbanos abren y cierran con la misma facilidad con pérdidas de ilusión de tantos emprendedores, y esto inquieta y también esos locales que andan con el letrero colgado de Se Alquila o Se Vende, y pasan decenios o veintenas y al local no hay quien lo alquile o enajene. A veces será porque el arrendatario que ha instalado en ellos una tienda, pidiendo una rebaja en el alquiler, no la acepta el arrendador, quien verá cómo los años pasan y el cierre permanece sin rédito alguno y unos cuantos gastos.

Esta ciudad y todas las ciudades con esto de la cartelería de luminosos en tiendas, bares, bancos y demás, parece como si con más vida cuanto más anuncios de neón, sin reparar en eso que ahora se da en llamar robafachadas, que consiste en poner un gran luminoso en cualquier local de negocio, agencia, banco, tienda grande o pequeña por las buenas o dando por hecho la permisividad de las comunidades de vecinos, dueñas absolutas de todos los elementos comunes y éste de la fachada lo es con escaleras, patios de luces, portales, tejados y otros elementos. Pero está tan estatuido esto del anuncio desmesurado que una entidad, heredera por compra de las galaicas cajas de ahorro, se permitió en un edificio emblemático de la ciudad mantener un gran cartel luminoso, que afeaba el conjunto sin dar nada a cambio, porque sí, porque dueño era del primer piso donde colgado el gran mural anunciador, pero no de su fachada, pero la prepotencia que da el dinero en alguna reunión con la reclamante presidencia de la comunidad se presentaría con un destacamento de juristas para apabullar al presidente; no contaban con que el permiso compete a la comunidad, solo que éste frenado en instancias municipales, acaso por el cómplice no hacer. Así sucede de continuo, rodeados como estamos de corruptelas aunque pequeñas sean. En este caso el tesón venció al corruptor dinero y a su ejército de prepotentes leguleyos. Demuestra esto cuanto de la inacción de los ignaros comuneros se aprovechan los poderosos. Claro que si la complicidad silente o la inacción de los funcionarios se convierte en un muro insalvable del “vuelva usted mañana”, de Larra, que termina por aburrir a los demandantes, comprendiéndose que muchos abandonen la reclamación. A veces, por cansancio, aceptamos el statu quo del absurdo. El gran cartel anunciador de la entidad que hería la vista, incomodaba al vecindario terminaría por apagarse y, finalmente, por retirarse. Una larga pugna entre David y Goliat que acabó con el adinerado gigante retirando su emblema. Cuanto nuestra pasividad e inacción aprovecha a los avispados.

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