Opinión

Estudiando a última hora

Atención. La crisis económica ya está aquí. Pero como un alumno que deja todo para última hora, nosotros tan dados a hacerlo en España, estamos comenzando a abrir los libros para empezar a ponernos a estudiar. 

Después de transcurridos siete meses desde que comenzara el estado de alarma y su consecuente confinamiento, la amenaza comienza a tomar forma. Podemos constatar que si bien lo público ha tirado del carro para avanzar, es el momento de darle de comer a los bueyes y no sabemos muy bien qué darles. 

Desde el Estado se habla de tres medidas iniciales. Han lanzado un globo sonda para ver cómo respiraba la población. Finalmente asoman la posibilidad de subir el IVA al veintiuno por ciento para la educación privada y la sanidad; y, como no, bajar las pensiones. 

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¡Pero cuidado! El remedio puede ser peor que la enfermedad, este parche puede que derive en un ciclo de tesorería peor. El aumento de presión fiscal en la sanidad podría tener como  consecuencia una sobrecarga en la diezmada y agotada sanidad pública. El IVA en la educación privada puede producir saturación en la enseñanza pública, actualmente con bajas  de  profesores desproporcionada. La presión de nuevo sobre las pensiones, por otro lado, sería un ataque a nuestro primer “ingreso mínimo vital”, el mismo que tanto da de comer a las familias y familiares más necesitadas en aquellos hogares que las perciben.  Sería otro varapalo a nuestros mayores: por un lado el bicho que los mata y, por añadidura, la bajada de sus ingresos. 

Y es que como los malos estudiantes, nos hemos ido todos de vacaciones y a la vuelta del verano hemos abierto los libros para ver de qué va la materia. Así se pone de manifiesto en las declaraciones de los últimos meses, donde las autoridades monetarias descubren que la crisis económica generará tensiones de tesorería y morosidad en las empresas. Por su parte los bancos ven ahora que la avalancha de impagos de hipotecas y créditos puede ser enorme y la solución a la falta de ingresos públicos es el incremento de impuestos lo que significa un aumento de la presión fiscal. Una política contraria a la de otros gobiernos que se esfuerzan en conseguir un estímulo a la actividad económica con la bajada de impuestos.
Esto no se soluciona solo con una reducción del gasto que sí vamos a tener que aplicarnos todos. Sino que hará falta un aumento en el ingreso, soportado con cobros que vuelvan a impulsar el flujo de dinero. Todo ello en un perfecto equilibrio entre los ingresos y gastos. Recuerdo en un antiguo empleo, cuando comentábamos los economistas principiantes que una empresa iba bien porque vendía mucho, por todo razonamiento, nuestros jefes nos decían que mejor pasáramos por el departamento de recursos humanos para luego ser despedidos. Por supuesto que el aumento de ingresos siempre está bien, pero estableciendo un equilibrio en la reducción de gastos. No por mucho que se ingrese, irá la cosa mejor si seguimos manteniendo el gasto. 

Estamos ante una crisis de tesorería. Se ha quitado del circuito económico la cantidad de dinero correspondiente a cinco meses, se ha cortado la entrada de flujos del turismo y se ha desbordado el depósito de dinero para asistencia monetaria de ayuda para desempleados y necesitados.  Hasta ahí lo público ha tirado a tope, como ocurre hasta en las buenas familias donde siempre al final papá está para cubrir los charcos. El capitalismo cuándo está mal, tira también de papá Estado.  En este caso hemos acudido a que nos asistan nuestros abuelos, los fondos europeos.

Ahora nos van a reclamar desde Europa que justifiquemos qué es lo que van a cubrir esas ayudas “con retorno” que deben llegar el próximo año. Mientras tanto hay un déficit de ingresos públicos, la recaudación del primer trimestre cayó en un treinta y cinco por ciento y sigue bajando. Y es que dicho déficit fiscal no se puede cubrir con mayor recaudación de impuestos, pues también somos muy dados al estudiante pillo, y lo que se generará con la presión fiscal, será un aumento de la economía sumergida.  Escenario nada recomendable para un país que ronda más del veinte por ciento de la economía en ésa situación. Todo ello produciría distensiones en el presupuesto que serían difíciles de cubrir, es poco probable un aumento de la recaudación fiscal en el futuro con esas circunstancias.

La cosa va más allá, no se trata de aumentar la recaudación fiscal diezmada en estos meses, fruto del bajón económico. Faltan ingresos en la hostelería, comercio, turismo… pymes y autónomos que abarcan más del noventa por ciento del tejido empresarial. Tenemos que conseguir un cambio estructural que genere producción exportable, y que ello atraiga capital exterior para cubrir el vacío generado por esta desgraciada pandemia. Poner en marcha este mecanismo generador de ingresos pasa, contrariamente a las medidas que van anunciando, por una flexibilidad fiscal, como han hecho la mayoría de los países, para que el poco pulmón monetario que queda en el tejido medio empresarial no se sienta asfixiado y pueda respirar. 

Para cubrir el déficit tributario, hay que localizarlo en el fraude fiscal, tal y como lo ha puesto de manifiesto la AIREF recientemente. Han dejado ver que para ello faltan efectivos, pero es donde se obtendría un mayor flujo de dinero, no así en la persecución del fraude de menudeo, que consume una gran cantidad de recursos públicos para el poco retorno monetario que se obtiene.
Todo esto está siendo muy duro para todo el mundo, y más que lo será si no se toman las medidas oportunas a tiempo, así que cuánto antes  espabilemos todos mejor. Ya lo decía con sencilla inteligencia una niña al principio del curso escolar: “La mascarilla es muy incómoda, pero peor es morirse”. Todavía estamos a tiempo para aprobar la asignatura, aunque sea con un atracón de estudio, la última noche antes del examen.

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