Opinión

EDITORIAL | Tres partidos y solo una negociación legítima

Volvamos al escenario actual. 28M: hablan las urnas y enmudecen los estrategas políticos. Comprensible silencio, dada la conmoción de un resultado que revienta todas las expectativas y deja la ciudad en un escenario más incierto todavía que cuatro años antes. Lo inquietante es que dos semanas después, reina un atronador mutismo, un secretismo alarmante. Nadie sabe nada. Nadie recuerda lo que había dicho antes del 28M. Nadie parece tener en mente el mandato de convulsión y zozobra, tras el cual una parte de ourensanos se ha dado por más que satisfechos con llevarse cien euros por cabeza para gastar en cerveza u otros caprichos. Pan y circo para hoy; hambre y más circo para mañana.

A medida que el tiempo corre hacia el día la investidura, los dirigentes de cada organización trabajan a la carrera por escribir el discurso menos malo posible para eludir la responsabilidad propia y buscar la culpa ajena

Los partidos autodenominados “de la política con mayúsculas” manejan ahora prioridades minúsculas en lugar de la de exiliar de la cosa pública al sátrapa sin partido ni reglas de juego. El pacto de ciudad se ha hecho de repente imposible. A medida que el tiempo corre hacia el día la investidura, los dirigentes de cada organización trabajan a la carrera por escribir el discurso menos malo posible para eludir la responsabilidad propia y buscar la culpa ajena. Y mientras estructuran el relato, mantienen reuniones clandestinas con quien habían dicho que ni negociarían ni pactarían.

Cualquier decisión con respecto a esta ciudad que no sea negociada por los tres partidos, pasa por reeditar el error de hace cuatro años: empoderar al villano y darle una nueva oportunidad de crecimiento. Y el monstruo seguirá engordando.

Si existiese la más mínima coherencia entre quienes dirigen el PP, el PSOE y el BNG, la solución sería tremendamente sencilla para minimizar las pérdidas que la tormenta electoral ha causado en sus respectivos partidos y en la sociedad ourensana: el gobierno de la ciudad, para el PSOE y BNG, coalición de izquierdas y tradicional en Galicia, puesto que suma más concejales que el PP; y la presidencia de la Diputación para los populares, con mayoría no absoluta pero sí indiscutible.

Así de fácil, por más que las respectivas cúpulas se empeñen en que la cosa es mucho más compleja porque entran en juego los pactos en otras ciudades, las elecciones generales a la vista, las consecuencias sobre las autonómicas… Resulta insultante que la tercera urbe de Galicia sea una moneda de tan escaso valor para los mercaderes que negocian con ella. Jamás harían algo así con Vigo, A Coruña o Santiago. Ourense vive, como han repetido los ahora negociadores, una situación de emergencia y, consecuentemente, exige una solución excepcional. La derecha y la izquierda llevan años propiciando acuerdos de gobierno en numerosos países de Europa, ¿por qué en Ourense no es posible? Cualquier decisión con respecto a esta ciudad que no sea negociada por los tres partidos, pasa por reeditar el error de hace cuatro años: empoderar al villano y darle una nueva oportunidad de crecimiento. Y el monstruo seguirá engordando.

Editorial: 
Tres partidos y solo

una negociación legítima

 

¿Es posible que el PSOE esté en el camino de repetir el fiasco de 2019? ¿Le seguirá ciegamente el BNG en la estrategia a cambio de otros favores más allá del Alto de Santo Domingo? Si el objetivo de ambos es la Diputación, el resultado es fácilmente pronosticable, dado que un sector del PP trabaja ladinamente en favor del no pacto (que viene a ser una suerte de pacto encubierto). Ni pacto en el Concello ni pacto en la Diputación y que gobiernen las listas más votadas ¿Qué le vamos a hacer?, dirán. El PSOE y el BNG no han respondido a nuestra oferta. Han preferido poner un cordón sanitario al PP que a DO y tal y tal. PSOE y BNG lanzarán aquello de que nada se pudo hacer porque las cartas estaban marcadas desde el principio y patatín y patatán.

Digan lo que digan, lo cierto será que entre los tres, con la correspondiente responsabilidad que le asignan los sufragios obtenidos (16.609 votos y 7 concejales; 10.514 votos y 6 concejales; y 8.576 votos y 4 concejales), estarían entregando la ciudad a otros cuatro años de fracaso y ruina. Estarían traicionando a su electorado y dando la razón a quienes, por frustración con los partidos tradicionales, han votado que el espectáculo debe continuar; a quienes, ya de perdidos, se dan más que satisfechos porque les ingresen en el peto cien euros a cada miembro de la familia; a todos los autónomos que se crean salvados con 2.000 euros de ayuda directa cada vez que haya una pandemia; a los que no se fían un pelo de los políticos; a quienes creen que todos roban y encajan con normalidad que un alcalde se jacte de manejar dinero negro o defienda la conveniencia de “meter el palo a lo grande”.

En el 2019, se impuso la fontanería política y reventaron todos los conductos de saneamiento. Un nuevo error sería letal de necesidad para un Ourense necesitado de normalidad y peso institucional

 

El dilema de PP, PSOE y BNG es tremendamente simple: se trata de elegir entre la coherencia política o el tacticismo partidista, entre rescatar Ourense o enterrarlo durante cuatro años más. A la postre, los intereses de la ciudad van en paralelo a los suyos. No están confrontados, como parecen dar a entender. En el 2019, se impuso la fontanería política y reventaron todos los conductos de saneamiento. Un nuevo error sería letal de necesidad para un Ourense necesitado de normalidad y peso institucional, de un plan de urbanismo que le permita crecer y hacerlo ordenadamente, de un gobierno capaz de desarrollar una estrategia de crecimiento económico, de una mente centrada en la solución de los problemas reales de los ourensanos. Y esos problemas no pasan por renovar una acera que no necesitaba renovación, ni por regalar cien euros a cada ourensano, sea niño o adulto, rico o pobre.

La tercera ciudad de Galicia no puede continuar así ni 24 horas más. Y si PP, PSOE y BNG, cada uno con su cuota de responsabilidad lo permiten, acabarán pagando una factura electoral mucho más cara que la del 28M, porque Ourense estará más cerca de la ruina social y económica, del populismo que se nutre de la desesperación, y más lejos de ser la ciudad que todos queremos.

Sería imperdonable.

Te puede interesar