Opinión

UN DÍA HISTÓRICO PARA ESPAÑA

El domingo día 13 de octubre de 2013 serán beatificados un grupo de servidores de Dios pertenecientes a determinadas diócesis y congregaciones religiosas que murieron victimas de la persecución religiosa del siglo XX en España. Entre ellos destacan 147 sacerdotes nacidos en la Archidiócesis de Tarragona que dieron su vida por amar a Dios, y otros muchos que procedían de congregaciones y órdenes religiosas de toda España, como los 19 mártires mercedarios, además de los asesinados en toda España entre 1936 y 1937 que suman 522 mártires.


Desde ese día sus nombres estarán registrados en el martirologio de la Iglesia y serán objeto de veneración y de culto. Con estas beatificaciones la Iglesia española solo desea ponernos delante el testimonio de hombres y mujeres que murieron por la causa de Jesucristo.


Los beatos son testigos seguros que nos garantizan la meta mediante la proximidad y la vecindad de los santos mártires que han entregado su vida por Dios y gozan de su confianza. El mártir sabe que ha hallado en el encuentro con Jesucristo la verdad sobre la vida y nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esta certeza.


El martirio pertenece a la entraña misma de la fe cristiana. La valentía no fue mérito suyo sino gracia de Jesucristo ante la muerte violenta.


La Iglesia, cuando beatifica a estos siervos de Dios no lo hace por venganza, sino para afirmar que el bien es siempre superior al mal. La Iglesia no busca intencionadamente el martirio, pero cuando se encuentra ante la alternativa de conservar la vida o traicionar la fe no duda en aceptar la muerte antes que ser infiel al Fundador.


La iglesia exige dos condiciones esenciales para declarar que algunos de sus hijos es mártir: sufrir la muerte por odio a la fe y morir perdonando, como Jesucristo, que perdonó en la cruz a quienes lo estaban clavando. El martirio es el supremo testimonio de la verdadera fe.


El ejemplo y la intercesión de los nuevos santos podrán sensibilizarnos en este año de la fe a favor de una nueva evangelización y a vivir nuestra vocación con alegría y entrega desde el amor. Pidamos que este día sea un día de alabanza a nuestro Salvador y que por la intercesión de estos hombres y mujeres que murieron por causa de la palabra de Dios nos sean dadas la verdadera libertad, la firmeza y la pureza de la fe. El papa nos repite una y otra vez que a los mártires no les admiremos como héroes sino como testigos de la fe.

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