Opinión

SAN MARTÍN, PATRONO DE LA DIÓCESIS DE OURENSE

San Martín, patrono de la diócesis de Ourense, nacía el año 315 en una villa de Panonia llamada Sabaría, muy próxima a la frontera con Austria. Se educó en Pavía (Italia). Sus padres eran paganos. El padre, de soldado raso llegó a tribuno militar. Martín ejerció primero la carrera de las armas, sirviendo bajo las órdenes del emperador Constantino. A los 16 años tomó la determinación de ser bautizado en nombre de Jesucristo. Se presentó ante Constantino, aquél que en el año 313 dio el Edicto de Milán, punto de partida del maridaje entre la Iglesia y el Estado: 'Hasta ahora estuve siempre a tu servicio como soldado, permíteme ahora que me convierta en soldado del señor Jesucristo. No me es lícito luchar contra mis convicciones'. Con estas palabras planteaba por primera vez la objeción de conciencia pacífica. Se hizo ermitaño, asistió a los enfermos, prestó ayuda a los pobres y a los miserables, alimentó a los hambrientos, vistió a los que estaban desnudos por no tener ropas para guarecerse del frío.


En cierta ocasión, cuando no tenía más que las armas y una andrajosa capa militar, en medio del crudo invierno, se tropezó en el camino de la vida con un pobre desnudo a la puerta de la ciudad de Amiens, a quien todos rechazaban. Martín, lleno de espíritu de caridad, desenvainó la espada y con ella rompió la capa en dos partes y le dio al pobre una de las mitades. Cuentan las crónicas que a la noche siguiente, en un sueño se le apareció Jesucristo cubierto con la parte de la capa que Martín le había dado al pobre y escuchó una voz que le decía: 'Martín me cubrió con la capa'. Ante esta visión, a la mañana siguiente se dirigió a Poitiers, donde ocupaba la sede episcopal San Hilario. Ante las ansias de entrega a Dios mostradas por Martín, San Hilario le ordenó exorcista, una de las órdenes menores de la Iglesia Católica.


A la muerte de San Hilario fue proclamado obispo por el clero y el pueblo. A partir de entonces se entregó plenamente a Dios y a los pobres e hizo muchos signos o milagros. Cuando estaba a punto de morir llamó a sus hermanos, los ermitaños o monjes, levantó los ojos al cielo y dijo: 'Señor si aún te soy necesario 'ego non recuso laborem'. Hágase tu voluntad'. Tenía 80 años cuando pasó a descansar en la paz del Señor.


Poco después de su muerte su sepulcro se convirtió en un lugar de peregrinación.


Basta uno de sus milagros para atestiguar su protección sobre Ourense. Protección que debe servirnos de constante estímulo para no echar en olvido la lección de gratitud que los ourensanos tenemos con San Martín.


Carriarico, rey suevo(550-559), tenía su corte en Ourense. Su hijo Teodomiro se puso enfermo de lepra. Llegó a los oídos de su padre la fama de los milagros que hacia San Martín y envió a sus embajadores con regalos para que curase la lepra que padecía su hijo. Llegados al lugar del sepulcro pasaron la noche en oración y colocaron un rico manto de oro sobre la tapa del sepulcro del santo. A la mañana siguiente notaron que el manto pesaba mucho más que cuando lo pusieron. Aquel hecho fue para ellos el signo de que San Martín hiciera el milagro pedido. Emprendieron inmediatamente el viaje de regreso a Ourense. Llegados a la Ciudad de las Burgas fueron recibidos por el rey, quien en recompensa por el milagro se convirtió a la fe católica y además levantó un palacio para él y un templo para Dios. Desde entonces aquel pequeño templo se convirtió en la sede del obispo, y la catedral fue puesta bajo el patronazgo de San Martín y aumentaron las peregrinaciones a la tumba del santo. El altar de gracia de San Martín se extendió por toda Europa. El Cabildo de Ourense se hermanó con el de Tours, como símbolo de acción de gracias a San Martín.


A San Martín de Tours también le podíamos llamar San Martín de Ourense, ya que desde hace 1.450 años es el patrono de nuestra diócesis.

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