Opinión

Mociones de censura impropias

La del concello ourensano de O Irixo es la primera que se presenta en Galicia, pero probablemente haya otras varias mociones de censura en el horno. En este caso el damnificado es el PP, que se quedó muy cerca de la mayoría absoluta y que ya sabía lo que podía acabar pasando. En otros, las víctimas serán alcaldes de distinto signo investidos en precario, mediante pactos a varias bandas, suscritos con la nariz tapada, aceptando hasta calamares como animales de compañía, no pocas veces impuestos desde arriba por las direcciones de los partidos. Unos acuerdos sobre bases endebles que en el momento mismo de materializarse llevan ya incorporado el germen de la discordia, propia de una pluralidad en ocasiones demasiado heterogénea o directamente incompatible (léase contra natura). Se trata en todo caso de situaciones muy difíciles de gestionar máxime al entrar en juego el factor humano, que tiene un peso enorme en la política de proximidad.

La experiencia demuestra que cuando los actores políticos que pactan solo coinciden en el propósito de evitar que gobierne el que gana las elecciones, difícilmente es posible garantizar una cierta estabilidad. Y sin ella los ciudadanos son quienes suelen salir perjudicados por la sucesión de desencuentros o encontronazos, inevitables cuando no hay sintonía ideólogica o programática, ni un mínimo de confianza, ni siquiera personal, entre quienes se sienten condenados a entenderse pero no parecen dispuestos a ceder protagonismo y a hacer según qué concesiones al socio. Hay que entender que, a la postre, aunque coaligados para detentar el poder, compiten entre ellos por el favor de la ciudadanía, por lo general bastante escéptica frente a los gobiernos multicolor y que tiene por norma penalizar electoralmente las disonancias.

Lo aconsejable, si bien poco habitual, es que, por respeto a sus votantes, los coaligados consensúen un programa de mínimos y una estrategia de gobierno conjunto, con compromisos explícitos y con unas directrices claras a las que todos han de someterse para garantizar la continuidad del pacto de gobierno, cuya preservación debería ser lo prioritario en caso de conflicto de intereses. También es conveniente crear mecanismos de seguimiento permanente al igual que de revisión y puesta al día de los acuerdos. Claro que todo eso reduce a la mínima expresión el margen de discrecionalidad al que siempre aspira todo dirigente político, tanto cuando gobierna en mayoría como especialmente cuando le sostiene una coalición.

Las mociones de censura son un instrumento que ideado por el legislador para desalojar y reemplazar alcaldes y gobiernos en situaciones límite, que desde luego no se dan a día de hoy en O Irixo, como tampoco en otros concellos donde el bastón de mando va a cambiar de manos sin que los regidores recién investidos, o que han visto renovado su mandato hace un par de meses, hayan dado motivos para ser censurados. No tuvieron tiempo material de cometer errores o perpetrar tropelías. Estamos ante el empleo perverso o cuando menos indebido -aunque legal, eso sí- de un mecanismo que no fue pensado para ser usado con carácter preventivo o profiláctico, mucho menos para arreglar el despropósito que supone que dos o más fuerzas políticas hayan sido incapaces, en el plazo que le otorga la ley, de ponerse de acuerdo para compartir gobierno cuando ya sabían que estaban obligadas a entenderse. Les gustase o no. 

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