Opinión

Un “fiestón” en el día de Reyes

Ocurrió hace exactamente diez años, el 6 de enero de 2014. El discurso de Juan Carlos I en la Pascua Militar fue un auténtico desastre, pude comprobarlo en directo: parecía que el rey no podía ver bien los papeles que leía, que no fijaba su atención. Tampoco pudo pasar revista a las tropas, lesionado como ya estaba. Ese día empezó a fraguarse el gran cambio político en España, el que iba a dinamitar el espíritu de la Transición. Ese día empezó a acelerarse la abdicación del monarca en su hijo Felipe, lo que iba a producirse el mes de junio siguiente, ya agobiado el rey por diversos escándalos que, desde su accidente de caza en Botswana un par de años antes, le iban cercando.

Aquel 6 de enero, Juan Carlos comprendió, a sus entonces 76 años cumplidos la jornada anterior, que sus facultades ya no eran las mismas que le habían permitido antes algunos excesos, que su prestigio ya no era el mismo de antaño y que su persistencia al frente de la Corona acarrearía más consecuencias negativas que positivas para la institución y para el país. Diez años después, tenemos al llamado rey emérito, es decir, al hombre que fue jefe del Estado durante casi cuarenta años y al que ha protagonizado más titulares polémicos en la última década, ofreciendo una gran fiesta en su “retiro” de Abu Dhabi para celebrar su 86 cumpleaños.

Se me antoja difícil encontrar una justificación a un acto que me parece que para nada engrandece la figura, histórica al fin y al cabo, de Juan Carlos de Borbón y Borbón. ¿Demostrar a todos, sobre todo a su hijo y a su nuera, así como a algún enemigo acérrimo bien situado en la Casa del Rey, que él puede vivir y brillar al margen de La Zarzuela? ¿Demostrárselo a sí mismo? Creo que, en estas horas ciertamente de acoso injusto, viral y solapado contra el gran rey Felipe VI (es decir, contra la Monarquía), lo menos indicado era protagonizar lo que en el papel “couché” llaman un “fiestón” voluntariamente evocando el estilo de la Marbella del lujo, el dispendio y la vanidad. Y creo que algunas de las meritorias y solventes personas, patriotas sin la menor duda, que asisten al convite en el lujoso barrio de Al Bateen, donde todo despilfarro es casi tradición, han de comprender lo inadecuado de un sarao al que desde luego no asisten ni el rey ni la reina Letizia y ni siquiera la “reina madre” doña Sofía.

Todo lo relacionado con Juan Carlos de Borbón ha sido, desde que voluntariamente y de forma pactada salió de España en agosto de 2020 para ir a residir en una protectora monarquía feudal de los emiratos, una suerte de despropósito que ya ni siquiera sorprende a los españoles, que tanto le quisieron y que, pese a todos avatares, me parece que mayoritaria, aunque no masivamente, aún le respetan. Pienso que por fin se había elegido la vía adecuada, la de la discreción, para los esporádicos retornos náuticos del emérito a España. El “fiestón” rompe esa cadena y hace que muchos ojos se vuelvan de nuevo hacia los problemas familiares, y no solo de la Casa del Rey, cuando el protagonismo de un jefe del Estado tan valioso como Felipe VI debería estar en otros aconteceres y quehaceres mucho más importantes para los españoles y que él desempeña de manera modélica.

En fin, que no solamente de Reyes Magos tenemos que hablar en un día como el de hoy. Yo, del rey Juan Carlos de Borbón esperaba ahora la magia del sigilo y el buen tino, un camino por el que pensaba que encaminaba sus pasos, lejos de tentaciones de glamour o de nuevos motivos de fricción familiares. Puedo, claro, felicitar a don Juan Carlos, que ha hecho mucho por España yal que personalmente aprecio, en el día de su cumpleaños y desearle muchos más de vida activa, relajada y dichosa. No puedo felicitarle en este día, desde luego, por el fiestón, que muchos, yo entre ellos, no comprenden.

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