Opinión

Despegues definitivos

Tuvo un acierto Mariano Rajoy al bautizar el año que comienza como el del “despegue definitivo”. El jefe del Gobierno se refería a la situación económica, que es su verdadero interés porque fía a ella las mayores posibilidades de volver a ganar las elecciones generales. Pero para otros actores políticos será también el año en el que se produzca esta circunstancia. O en el que se queden definitivamente en tierra. Será un año político dividido en dos partes, cerrada cada una de ellas por unas elecciones y con la posibilidad cada vez más próxima de que acaben celebrándose comicios anticipados en Cataluña, y las urnas son la medida de todas las cosas.

La recuperación económica que predice el Gobierno va a estar muy relacionada y condicionada por la situación europea, por la capacidad de la UE para salir del estancamiento, por incertidumbres como las elecciones generales en Grecia. En definitiva, por una serie de factores que pondrán a prueba la profundidad de las raíces sobre las que se asienta la economía nacional. Pero sobre todo el despegue se va a medir por la forma en la que se traslada a los bolsillos de los ciudadanos y si palia el malestar acumulado a lo largo de los tres últimos años.

2015 será el año del despegue del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. O no. 2015 puede ser el año del despegue definitivo de Susana Díaz. Todo dependerá, en primer término, de los resultados en las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo. Si el PSOE recupera poder, Sánchez tendría el camino más despejado para ser elegido candidato a La Moncloa en las primarias socialistas. Si la subida es poco relevante, la presidenta andaluza cogerá el primer tren que parta de Sevilla hasta Ferraz para liderar el PSOE. En estas circunstancias la leve recuperación que vaticinan las encuestas se puede quedar en agua de borrajas si los socialistas siguen empeñados en mirarse el ombligo y enzarzados en la pelea por el liderazgo.

Para Podemos será el momento de pasar de las musas al teatro, de arremangarse no en el escenario del mitin, sino en la gobernabilidad de ayuntamientos o comunidades autónomas, y quien sabe si en el gobierno de la nación, si consiguen mantener el voto del descontento del que se nutren sus expectativas electorales. Pablo Iglesias y su partido se han convertido en el enemigo a batir por el resto de los partidos políticos porque su despegue definitivo amenaza a todo el resto.

Los independentistas catalanes tampoco quieren dilatar más la oportunidad que se les presenta y menos cuando ven que el suflé comienza a bajar y Podemos enfría el horno. Las presiones sobre Artur Mas se redoblan y cada vez le cuesta más resistirse a no anticipar unas elecciones que según su hoja de ruta han de desembocar en una declaración unilateral de independencia. Sin ningún valor jurídico, pero muy simbólico.

Item más: Alberto Garzón despegará al frente de IU si evita ser fagocitado por Podemos, y Albert Rivera -con su salida del ámbito catalán-, si puede desempeñar un papel determinante en la política nacional. Rosa Díez y UPyD pueden ser de los paganos en el nuevo escenario.

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