Opinión

Imágenes lacerantes

A veces las imágenes son demoledoras. No solo la del niño sirio ahogado en una playa turca, de inexcusable publicación, a mi juicio, aunque no haya que engañarse sobre sus efectos en la política de refugiados que adopte el Gobierno español. Y eso que a los senadores españoles parece que les interesa mucho lo que sucede fuera de nuestras fronteras. La Cámara Alta ofreció el mismo día otra de esas imágenes que ponen de manifiesto que su reforma es una asignatura pendiente que hay que aprobar cuanto antes si se quiere atajar que la mayor parte de las referencias hacia su existencia sean negativas. O muy negativas.

Que cualquier asamblea parlamentaria del mundo se manifieste sobre un problema que afecta a un país determinado es un síntoma de madurez y de compromiso democrático aunque ello origine problemas diplomáticos. Recuérdese, por ejemplo, que el Parlamento danés ha votado a favor de que España y Cataluña negocien. Que el Senado español debata una moción para pedir "la liberación de los 75 presos políticos de Venezuela", es una obligación cuando el régimen chavista demuestra cada vez más su escaso respeto por salvaguardar los derechos humanos. Que el hemiciclo se encuentre repleto de los representantes de la soberanía popular en defensa de los perseguidos políticos en el país caribeño es un orgullo.

Pero que esos mismos representantes abandonen masivamente sus escaños cuando a continuación se debate otra moción para exigir que el Gobierno promueva "un Pacto de Estado contra la violencia de género y por la igualdad entre mujeres y hombres", es una vergüenza y la demostración de un desinterés sangrante. ¿Acaso no es tanta vulneración de los derechos humanos el encarcelamiento de los disidentes y opositores al régimen bolivariano, como el asesinato de mujeres a manos de sus parejas? ¿Acaso no es, entre todos esos ataques a la dignidad humana, el mayor de ellos quitar la vida a mujeres y niños? ¿Acaso los senadores no han tenido noticia de lo que ha ocurrido este verano en su país con la violencia de género? ¿Cuáles son las prioridades de los senadores españoles que dieron la espalda a la mitad de la población española, pero que tan preocupados se muestran por la suerte de los disidentes venezolanos? ¿Acaso no merecían ambos supuestos al menos la misma atención?

La imagen del Senado lleno para debatir sobre un asunto en el que las posiciones enfrentadas tiene un marcado carácter ideológico y que se insta para poner en evidencia a un adversario político –como ocurrió con el voto en contra de Podemos-, y vacío para hacerlo de un problema nacional de primera magnitud no es ni nueva ni será la última, pero sí un motivo más para no dilatar más, y tomarse en serio, su conversión en una cámara territorial que se ocupe de unas políticas de coordinación y solidaridad en la que hay mucho por hacer y mucho trecho que andar.

Al menos se aprovecharía así el conocimiento que pueden aportar los numerosos presidentes autonómicos depuestos democráticamente que han ocupado su escaño recientemente en la Cámara Alta, para superar una de las más graves crisis políticas presentes, la del modelo de Estado, que está lejos de resolverse y provoca algo más que quebraderos de cabeza.

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