Opinión

Tres en línea de llegada

Unas elecciones catalanas nunca condicionaron tanto la política nacional como las celebradas hace algo más de un mes. No solo por los resultados en aquel territorio y las múltiples lecturas, todas interesadas, que se han hecho de sus resultados y de sus consecuencias políticas, sino por la onda expansiva que ha tenido en la política nacional, al aupar a Albert Rivera a niveles que de otra forma quizá no hubiera conseguido, al revitalizar la posición de Mariano Rajoy y al dar al traste con la estrategia de Pedro Sánchez.


Mariano Rajoy se ha puesto al frente de la manifestación en defensa de la unidad de España –lo de menos ahora es si lo hizo tarde, o impulsado por la llamada de Pedro Sánchez, o las dudas acerca de quienes debían ser sus interlocutores- y a los otros dos partidos no les queda más remedio que concederle ese papel, porque es lo lógico, aunque le hayan cedido una buena parte de la iniciativa política y del terreno de juego, que le van a servir para afianzar sus posibilidades electorales, a la espera de que presente sus conclusiones sobre el conjunto de entrevistas que mantiene con todos los líderes de los principales partidos. El jefe del Ejecutivo cuenta con la garantía de que todas las encuestas dan a su partido como vencedor y solo dependerá de la amplitud de la victoria –dando por hecha una pérdida abismal de escaños- que tenga más o menos problemas a la hora de encontrar en Rivera su socio de gobierno y vuelva a ser el inquilino de La Moncloa.


A Albert Rivera esos comicios le han servido para convertirse en el principal partido de la oposición en Cataluña y, a partir de ese momento, cambiar de status. Aunque sigue siendo el partido bisagra en el que necesariamente tendrá que apoyarse el vencedor de las elecciones generales, en el caso de que no lo sea el mismo, una posibilidad que no apunta ninguna encuesta, que de momento solo certifican que se encuentran muy próximos en intención de voto, en algunos casos dentro de los márgenes de error de los propios sondeos, de tal forma que cualquier estabilidad parlamentaria pasará por su concurso, sin posibilidad de que otro partido ofrezca similar capacidad de apoyo. Esta circunstancia es la que va a suponer que sea en torno a Ciudadanos donde girará el eje de los ataques de los representantes del bipartidismo, para situarle no en el centro sino en el espectro ideológico del contrario, pero con la seguridad de que al día siguiente de la votación se olvidarán los agravios de la campaña electoral para comenzar el diálogo para la formación de gobierno con su concurso.

      
Al secretario general del PSOE se le ha acabado la tranquilidad. Después de haber conseguido –nunca del todo- situar al partido en fila india tras él, las últimas noticias no son nada halagüeñas para sus pretensiones. A la amenaza conjurada del ‘sorpasso’ por la izquierda –aunque Podemos le ha hecho mucho daño- le ha sucedido la amenaza más posible de verse sobrepasado por la derecha por la pérdida de votos de su electorado más centrado después de no haber sabido capitalizar el desgaste del Gobierno, situación que minimiza su capacidad de ser alternativa. En las circunstancias actuales es Pedro Sánchez quien debe realizar el mayor esfuerzo para no perder comba.

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