Opinión

La necesidad se hace virtud

Una vez que se ha convencido de que el miedo a la ultraderecha no le resta un ápice de votos y que se ha normalizado su entrada en las instituciones, el partido de Alberto Núñez Feijóo ha dejado a un lado todos los remilgos y ha comenzado a negociar los gobiernos autonómicos y las alcaldías con Vox, para recabar los apoyos que necesita para las investiduras de sus candidatos, por ahora en la Comunidad Valenciana y Aragón y en ayuntamiento en grandes ciudades a los que seguirán, sin tardar mucho, los encuentros para formalizar los pactos en las otras comunidades autónomas en las que la ultraderecha es imprescindible para el gobierno popular.

Aunque desde el PP han pretendido dar largas para que no se visualizara el acuerdo y dejarlo todo para después de las elecciones del 23J, Vox ha impuesto el calendario negociador, porque el tiempo legal es inexorable, sobre todo en los ayuntamientos y a la hora de configurar las mesas de los parlamentos autonómicos, y en el reparto de cargos se da por hecho que quien preside el gobierno regional debe dejar a su aliado la presidencia de la cámara. Así se ha acordado en la Comunidad Valenciana y va camino de hacerse en las Cortes de Aragón.

No hay, por tanto, líneas rojas que impidan los pactos entre el PP y Vox, y si la hay como en el caso del candidato de Vox en Valencia, Carlos Flores, condenado en 2002 por violencia de género, al que el PP valenciano no quería en el gobierno, se da una patada a seguir y se respira con alivio que Vox lo elija como cabeza de lista en la circunscripción de Valencia al Congreso. Si el PP, además, quería que no hubiera documentos sobre el proyecto a desarrollar en esos gobiernos de coalición. Vox en Aragón ha tomado la iniciativa al presentar un documento con sus propuestas “para modificar el rumbo de algunas políticas” de tal forma que a los populares aragoneses les toca ahora decidir que sí y que no aceptarán de las iniciativas del partido ultraderechista. Insistir, como hace Jorge Azcón en que quiere gobernar en solitario, después de haber aceptado el documento de Vox como un elemento a considerar es ya no hacer de la necesidad virtud, una vez que se ha desplomado la estrategia del PP de primera hora para ocultar la evidencia, sino insistir en un camino que conduce a un culo de saco.

Es decir, todas las declaraciones realizadas hasta el momento por los dirigentes del PP sobre la incomodidad que generaba hablar y pactar con Vox, o sobre el intento de minimizar su posición en la gobernanza de comunidades y ayuntamientos es preciso resetearlas porque ya no tienen ninguna validez ante el nuevo estadio del diálogo entre los partidos de la derecha. Ahora el PP tiene que demostrar que recupera la iniciativa y que será capaz de poner coto a las pretensiones de Vox y marcar las líneas fundamentales de los nuevos gobiernos de coalición mientras contiene las ideas de Vox con las que intenta “hacer valer” los votos que ha recibido el 28M no solo en las consejerías que les toque administrar sino en el conjunto de las políticas a llevar a cabo. 

De cómo transcurran esas negociaciones dependerá si el voto del miedo a la ultraderecha tiene alguna incidencia el 23J sin necesidad de que la izquierda apele a él.

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