Opinión

Síntomas de nervios en Génova

La demostración de no haber digerido aún los resultados del 23J lleva al PP a dar síntomas de nerviosismo, a caer en contradicciones que es preciso aclarar y enmendar, o a dar por hecho que lo que sirve en unas ocasiones no es de aplicación en otras haciendo abstracción de los mandatos constitucionales. Y no es porque no lo sepan, sino porque ven que la oportunidad que tenían se les puede escapar de las manos porque no se han cumplido las altas expectativas fijadas.

Que el vicesecretario de Organización, el “número 4” en el organigrama del partido, Miguel Tellado, dejara entrever que se podría establecer algún tipo de diálogo con el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, de cara a la investidura de Alberto Núñez Feijóo como presidente del Gobierno, suponía poner en almoneda todo el discurso sobre la posibilidad de que otro gobierno encabezado por Pedro Sánchez se fundamentara sobre el apoyo de un prófugo de la Justicia porque ahora necesita el voto afirmativo de los diputados de Junts. La sorpresa fue tanta que la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, ha tenido que desmentir tajantemente esa posibilidad. En este caso el error es mayor que pedir a Pedro Sánchez que permita a Feijóo asumir la presidencia del Gobierno después de haber basado su campaña en la derogación de toda la obra legislativa anterior. Los nervios en Génova 13 también afectan a la coordinación de su equipo dirigente, donde ya se respira aire de cambio y purgas.

Después de las declaraciones y de la actitud demostrada por Pedro Sánchez al declarar inauguradas las vacaciones estivales hasta el próximo 17 de agosto, cuando se constituyen las Cortes Generales, -salvo para los negociadores, que han de llegar a esa fecha con acuerdos cerrados- la carta remitida por Feijóo a Sánchez es otro síntoma de nerviosismo, sobre todo porque resulta muy difícil hacer cambiar a un político de opinión. Feijóo quiere hablar con Sánchez para que le deje llegar a la Moncloa y que se garantice la gobernabilidad y estabilidad del país, dando por hecho que una nueva reedición de un gobierno de coalición con el apoyo de independentistas y nacionalistas no tendrá un camino muy largo.

Pero Feijóo tampoco puede garantizar ambos extremos. El suyo también sería un gobierno de coalición con Vox al no haber alcanzado la mayoría suficiente que le habría permitido prescindir de la ultraderecha. Entre ambos partidos, más UPN llegan a los 171 escaños y por tanto no tiene garantizado que pudiera sacar adelante las principales leyes que propusiera, y la amenaza de una nueva convocatoria de elecciones no dejaría de planear desde el momento en que tuviera su primer resbalón parlamentario. La ventaja para Feijóo es que entonces sería él quien decidiera el momento de llamar nuevamente a las urnas. De lo que evita hablar el PP es de que con los apoyos que ha recibido a Santiago Abascal se le ha puesto cara de vicepresidente del Gobierno si Feijóo logra la investidura: otro motivo para el nerviosismo.

El intercambio epistolar entre Feijóo y Sánchez del pasado domingo, puede constituir un nuevo error táctico de los dirigentes populares, en qué si bien el primero recuerda que el líder del partido más votado, es el que se ha hecho cargo de la gobernación del país, al segundo le ha permitido recordar la reciente historia de los pactos de perdedores, dar una lección de parlamentarismo y señalar que fue Feijóo quien dio marcha atrás en el diálogo sobre la reforma del CGPJ.

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