Opinión

Ingravided

La habitación, a todo lujo, cuenta con amplios ventanales que permiten ver la Tierra desde cualquier ángulo. Máximo confort, obsequios de tocador y chocolatinas. Todas esas cosas… Solo tiene un “pero”: no te permiten salir ni respirar el aire exterior, sencillamente porque no hay aire ni exterior. Hablamos de estar a 300 kilómetros de altura.

Son las ofertas de viajes espaciales, naves preparadas para ponernos en órbita a razón de 80 millones de euros/semana, donde podrás disfrutar de una experiencia  estratosférica. Tienes menú a la carta, relajantes jornadas contemplando el espacio, y también la posibilidad de pasarte el día flotando, una sensación que, dicho sea de paso, no sé si favorecería mucho las íntimas noches interestelares que promocionan.

Y precisamente sobre este tema, el íntimo, la NASA ya está haciendo prácticas. A las agencias espaciales les preocupa el “acoplamiento orbital” del ser humano, de ahí que las malas lenguas hablen de la existencia de sesiones de entrenamiento en piscinas, simulando la ingravidez bajo el agua. Lo malo es que en la mayoría de los casos, para facilitar la posición correcta, debe intervenir una tercera persona, lo cual resta concentración al experimento (o no…), sin olvidar otro tema menor: respirar, algo que sumergidos no resulta fácil, y entre botellas de aire y tubos, me da que ese contacto es de todo menos natural.  

Pero están en ello. Científicos hay y soluciones tendrán.

Mientras tanto, que se preparen las parejas aventureras. A falta de gravedad, les garantizan la intimidad con el universo por testigo: en esas naves solo caben seis turistas y dos tripulantes (no dicen quién servirá las comidas pero, eso sí, hay wifi, para facilitar el envío de fotos y vídeos a la Tierra). Lo único que no han previsto es el rescate en caso avería. Dicen que, de momento, pondrán en la mesilla de noche un dispositivo de emergencia para poder grabar un mensaje dirigido a los extraterrestres si la órbita se descuadra y la nave se pierden en el espacio profundo, algo por supuesto no deseable pero que hay que tener en cuenta. Y en semejante trance la ingravidez y lo demás pasaría a un segundo plano, claro. Es probable, incluso, que en la inmensidad de la Vía Láctea se intuyese entonces un sordo grito que dijese: “¡Mi caaasa!”.

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