Opinión

Se ha votado más en contra de unos que a favor de otros

Han vuelto a circular todos los tópicos sobre Galicia y los gallegos. El que más me gusta es el que dice que cuando un gallego está en la escalera no se sabe si sube o si baja. Yo he respondido a eso que la respuesta al enigma es bien sencilla: hay que fijarse en el culo, si se tiene a la vista es que sube, pero si no es que baja. Otro tópico asevera que antes de hablar los gallegos pensamos cuatro cosas: la que se dice, la que no se dice, la que se diría y la que nos callamos. Aparte de todos estos tópicos, yo no creo que nuestro comportamiento electoral se diferencia mucho de las razones que suelen exponer los analistas y sociólogos norteamericanos que llevan tanto tiempo la experiencia de su propio caso. Y creo que, como en este caso, hay comicios en que es más plausible concluir que la gente no vota tanto a favor de unos como en contra de otros. Me explicaré: dado el relieve de algunos candidatos, la simpatía o rechazo que provocan, a veces y con frecuencia por encima de sus programas y de sus partidos, los electores no pretenden que ganen unos, sino que pierdan otros.

Durante la campaña electoral hemos escuchado muchas palabras mágicas. Los políticos las enarbolan como una bandera. Cuando se dicen estas palabras es como si todos creyeran realmente que se solucionan los problemas sólo con pronunciarlas. Hoy en día, palabras como progresista, conservador, derecha, patriota, nacional, tienen, según quien las pronuncie distinto significado. Un patriota “nacional popular” gallego cree que un patriota español es un fascista. Derecha e izquierda tienen, según quien lo enuncie, significado distinto. Pero las más de las veces, ya no quieren decir nada. En esta campaña electoral se ha practicado el viejo esquema de la lógica electoral más desgastada. Sus elementos más comunes recuerdan la separación primaria con sentido tribal. Por un lado, ellos; por otro, nosotros. Se establece un leit motiv como punto débil del enemigo y se carga sobre él toda la artillería ridiculizando a los adversarios.

¿Por qué se vota más en contra que a favor de?, porque es el efecto de la modulación de las intervenciones en nivel de auditorio. Pero más que hacerlo pensar, en las campañas electorales al uso, se pretende remover los elementos personales de adhesión o antipatía. Cuando el auditorio se considera más selecto, el tono del contenido sube y se rebaten los datos del adversario. Cuando se encuentra un recurso brillante se explota hasta el infinito. Al Gore, vicepresidente con Clinton, utilizó los mismos recursos para descalificar a sus adversarios que en esta campaña se han esgrimido. Gore dijo que los demócratas y los republicanos eran, en ambos casos, un puente, pero con una diferencia: mientras ellos lo tendían hacia el futuro, los republicanos lo orientaban hacia el pasado.  Galicia ha quedado inundada por la retórica. Habrá que hacer limpieza no solamente en las paredes, sino también en los espíritus. Unos se habrán convencido y otros no. 

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