Opinión

Días en la memoria

El Viejo Milenario escribe intentando controlar el movimiento involuntario de los dedos de sus manos que, como liliputienses anarquistas, disfrutan del caos que su independencia genera en el conjunto de millones de seres disciplinados que han sido sometidos al poder neuronal, encargado de que la vida transcurra de acuerdo con los cánones establecidos . El Viejo sonríe manifestando su buen estado de ánimo, a pesar de la guerra civil que viven los miles de millones de células, bacterias, virus, hongos… que juntos constituyen su universo existencial. Han transcurrido un sinnúmero de eones y es consciente de que, a pesar de haber ganado múltiples batallas, la guerra la acabará perdiendo; que se sepa, hasta ahora, nadie la ha ganado. En el futuro inmediato nada podrá impedir que los patógenos conquisten su minúsculo universo pero, como las ascidias, no tardarán en devorarse a sí mismas en una biofagia que las devuelve a la energía primigenia para reiniciar el ciclo eterno. 

Siete de la mañana, suena la alarma anunciando la hora de la primera pastilla; como un autómata, el Viejo busca en su complicado pastillero la dosis prescrita, que engulle con un gran vaso de agua. Transcurren 30 minutos de meditación; con lentitud, se levanta y se dispone a afrontar un nuevo día. Es una jornada especial, ha sido invitado junto a otros antiguos profesores que desempeñaron funciones directivas a lo largo de la ya dilatada existencia del Colegio Rosalía de Castro. El centro cumple medio siglo de vida y el actual equipo presidido por su director, José Manuel Díaz, ha programado una serie de actos que se desarrollarán hasta el mes de noviembre.

 La jornada fue especialmente emotiva. Por la memoria del Viejo Milenario desfilaron los rostros de los docentes que, procedentes de las escuelas unitarias de los pueblos y aldeas de Xinzo, Trasmiras y Porqueira, fueron destinados a la entonces denominado Colegio Público nº 1 de Xinzo de Limia; en la actualidad casi todos han cumplido su período existencial. El primer claustro lo componían: Elvira Pereira Failde, Felipe Rivas Castro (primer director), Manuel López Varela, Juan Paz González, Manuel Paz González, Jovita Romero Penín, Sira Pereira González, Olga Vázquez Crespo, Perfecta Lorenzo Rovira, Rosa Salgado Feijoo, Benita Pérez Fernández, Joaquín Arcos Carpintero, Elisa Álvarez Fernández, Otilia Domínguez Lorenzo, Mª Carmen Vidal Fernández, Camilo Penín Enríquez y Gonzalo Iglesias Sueiro. Fueron desplazadas a pesar de sus derechos e incorporadas con posterioridad Benita Díaz Montero, Pilar Cao González, Josefa Fernández Valencia, María del Carmen Fernández Llamas, Blanca Álvarez Fernández y María Luisa Salgado Conde. 

La mayoría de las aulas tenían 40 alumnos. El número de usuarios del transporte escolar sobrepasaba las plazas disponibles, por lo que obligaba a cada autobús hacer más de una ruta y compartir dos asientos para tres estudiantes. No funcionaban la calefacción ni el comedor. Sólo se disponía de tiza y de encerado, aunque posteriormente se dotaron las concentraciones escolares con material que se almacenó y se tardó años en usar. El número de alumnos procedentes de la zona rural doblaba a los de la villa. Hoy apenas hay niños en el rural. La muerte de las aldeas, pueblos y lugares comenzó con las concentraciones escolares. 

Han transcurrido 57 años desde que comencé a ejercer como maestro, y hoy, con la perspectiva que da la experiencia, me permito priorizar lo más importante en el aprendizaje de la vida: tener libre pensamiento, conservar el espíritu crítico, no perder la creatividad, desarrollar la capacidad de abstracción, ser tolerante y tener empatía con los que sufren la injusticia de los poderosos. Espero que mis discípulos lo hayan conseguido.

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