Opinión

La imaginación al poder

Mario Pellegrini escribió en el año 2008 un magnífico libro sobre los acontecimientos ocurridos en París en mayo de 1968; en esa fecha, los jóvenes estudiantes de la Sorbona iniciaron un movimiento contestatario contra la sociedad de consumo, el capitalismo, el autoritarismo y el neocolonialismo. Al movimiento se unieron los trabajadores, los intelectuales y sectores de la burguesía, además contó con la solidaridad de estudiantes en todo el mundo occidental muy sensibilizados por la guerra de Vietnam. La creatividad de los jóvenes revolucionarios se plasmó en los lemas que surgieron en los grafitis de las fachadas de París: “Prohibido prohibir”, “Las paredes tienen orejas”, “Desabrochen el cerebro tantas veces como la bragueta”, “Seamos realistas: pidamos lo imposible”, “La imaginación al poder”…

Han transcurrido más de cincuenta años y la imaginación nunca ha llegado al poder; cada ser humano la posee como si fuese un tesoro; en los momentos más difíciles la deja volar y su espíritu lo transforma en un ser libre y feliz. El Viejo Milenario recuerda que en su infancia, antes de dormir y cuando la soledad era su único acompañante, abría la puerta a su imaginación y volaba recorriendo un mundo de aventuras donde él era protagonista de acontecimientos inimaginables en el mundo real, hasta que se quedaba plácidamente dormido. Cuando entró en la adolescencia y se enamoraba de bellas muchachas, su imaginación vencía la timidez que le impedía manifestar sus platónicos amores y le vislumbraba un final feliz. Cuando se acercó “al primer siglo” comenzó a percibir la diferencia entre lo imaginado y lo real, comprobando lo frustrante que supone no alcanzar lo que la imaginación había creado. El aceptar liberarse de falsas expectativas, sobre todo cuando los hechos son independientes de la voluntad y los factores son múltiples y complejos, ayuda a enfrentarse con las adversidades y valorar positivamente incluso las emociones negativas y convertirlas en un bálsamo contra los escenarios idílicos e irreales.

El mayo francés fue un movimiento contra la resignación y la injusticia. Fracasó pero su semilla quedó sembrada en el espíritu de los pueblos. Por segunda vez (la primera fue la Comuna de París en que gobernó la clase obrera la ciudad desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871), la imaginación parecía convertir la ficción utópica en una situación liberadora; pero los acontecimientos en la realidad fueron hijos de la más inimaginable y sanguinaria distopía. ¿Puede pues la imaginación ser refugio de la más recóndita clandestinidad y alcanzar con ello la liberación de realidades adversas? ¿Puede la imaginación ser método adecuado para gestionar el poder? ¿Son las ocurrencias en la vida adulta fruto de una imaginación infantil no superada con la edad? ¿Está la creatividad vinculada estrechamente a la imaginación? ¿Es la creatividad hija de la imaginación?

El Viejo Milenario se imaginó a un daimon socrático, inspirador y a la vez paralizante que nos propone que no nos arriesguemos a posicionarnos en el conflicto lingüístico en Cataluña pero, en consonancia con su profesión de docente, condena sin paliativos la lucha fratricida de los totalitarismos lingüísticos que tratan de imponer su lengua a la totalidad de los humanos que conviven en el mismo territorio. El lenguaje es el vínculo principal de relación entre las personas y para aprender en igualdad de condiciones debe de existir un nexo de unión entre el plano del contenido y el plano de expresión. Cualquier discrepancia entre los dos planos entorpece el proceso de aprendizaje, lo que nos lleva a afirmar que en los primeros años de escolarización debe de ser el idioma materno el que introduzca al educando en el proceso educativo.

“Seamos realistas pidamos lo imposible”: Totalitarios “desabrochad el cerebro”

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