Opinión

Personajes

Cuando era niño, recuerdo ir con mi hermano a ver el teatro de títeres, que durante las fiestas de Ourense se ubicaba en la Plaza Mayor. Lo veíamos desde un lugar privilegiado, el balcón de la vivienda de una amiga de nuestra madre; las imágenes que han quedado en mi retina son las palizas que el héroe, Chacolí, daba a los de-

salmados, especialmente a la bruja que había raptado a una princesa. Los demás personajes han desaparecido de mi memoria quizá porque he discriminado lo que he considerado importante.

En la actualidad, profesionalmente jubilado y políticamente en la reserva pasiva, me he convertido (entre otras cosas) en un observador que trata de valorar la responsabilidad de los líderes políticos en un momento histórico de gran trascendencia. Son muchos los temas que requieren adoptar decisiones urgentes, como son: el envejecimiento de la población, la contaminación medioambiental y su repercusión en el cambio climático, los movimientos migratorios, la igualdad de derechos y deberes de toda la población, el respeto a la diversidad, la muerte digna, la tolerancia, la paz mundial gravemente amenazada por un imperialismo grosero y prepotente, el terrorismo… por citar algunos de los más importantes.

En nuestro país, la clase política dedica la mayor parte de sus energías a conseguir y consolidar el control institucional que le permita alcanzar amplias cuotas de poder. Asistimos a un baile de personajes y personajillos enfrascados en debates estériles que nada tienen que ver con los problemas que tiene la ciudadanía, pactos extraños, programas contradictorios, traiciones en cadena, histriones con responsabilidades, todo es posible en la ignorancia más crasa de lo que debe de ser la acción política. Me pregunto: ¿cuántos han leído alguna obra del joven profesor Charles Blattberg que define la política “como responder a los conflictos con el diálogo”? Lo que estoy seguro es de que son afanados lectores de Maquiavelo o de Karl Smchitt, que simplifican la política como “dialéctica de amigo-enemigo” y con el inmediato objetivo de conseguir el poder.

La descalificación del adversario, el sentimiento de odio como refuerzo a la estrategia de confrontación, las ambiciones personales amparadas en reivindicaciones ideológicas, la xenofobia, el paternalismo redentor, el control de voluntades, la presión de los grupos fácticos, la soberbia y la mediocridad son algunas de las variables que rigen en lo que muchos llaman acción política. 

Chacolí golpeaba a los malos, brujas, bandidos, dragones, ogros… lo hacía con dos estacas que sonaban con ruido justiciero. El pueblo golpea o premia con el valor del voto, el político tiene la obligación de desarrollar el mandato de las urnas y cualquier incompetencia en el desarrollo de ese mandato es una ofensa a la ciudadanía. La izquierda está obligada a llegar a acuerdos programáticos que garanticen la profundización en los derechos individuales, el desarrollo del estado del bienestar y la reducción de las desigualdades. La derecha debe de ser la alternativa democrática y ejercer la oposición con firmeza y lealtad. Lo que se debe de terminar es con el espectáculo bochornoso del compadreo chapucero que nada ayuda al fortalecimiento del sistema democrático. Y termino con un ruego: “Lean un poco más, las soluciones están escritas”.

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