Opinión

Raciocinio político

El Viejo Milenario hace suya la definición de Engels: “El raciocinio, por más sobrenatural que parezca, es el producto de un órgano material corpóreo, el cerebro”. El concepto de “raciocinio político” debía de ser el instrumento básico del trato entre los países que integran la Comunidad de Naciones, superando la política de bloques que marcó las relaciones desde el final de la Segunda Guerra Mundial, de la URSS con el Occidente capitalista. De hecho el raciocinio político refleja el modo de analizar los resultados del desarrollo económico derivado de la cooperación entre todos los países del orbe, independientemente de su política nacional. De hecho la interdependencia energética, medioambiental y tecnológica ha generado estrategias globales donde las superestructuras han intensificado el control de los acontecimientos, lo que explicaría el hecho de que la humanidad se haya enfrentado a un problema de importancia universal: nada menos que al de su supervivencia como especie. 

En el momento actual son muchos los retos que se han de superar: el avance de la revolución técnico científica, la internacionalización de la producción, las pandemias, el desarrollo de la economía globalizada, los integrismos ideológicos, los movimientos migratorios y la falta de referentes éticos en el ámbito político-social. Todo ello ha propiciado el desarrollo ilimitado de la inteligencia artificial que controla los sentimientos, las emociones, los deseos, el consumo y, lo más grave, los pensamientos más íntimos del ser humano, con el consiguiente sometimiento de la voluntad. La manipulación de los deseos, la violencia, el miedo y la crisis de los valores que sustentan la estructura familiar genera un futuro en el que la civilización dependerá de los algoritmos diseñados para robotizar la conducta de las masas. 

El raciocinio político nos permite afirmar que los cambios que se han producido en el mundo a partir de la caída del Muro de Berlín son de una profundidad y de una magnitud extraordinaria; su análisis no puede menos que traducirse en una seria revisión de muchos postulados a los que ya estábamos acostumbrados y que considerábamos estables. Las ideas propuestas por el raciocinio no deben ser consideradas como máximas; no hay que convertirlas en un nuevo dogma, todo lo contrario, estas ideas deben de ser objeto de una amplia discusión y ser estímulo de análisis críticos sobre el desarrollo del mundo moderno. Para ello hay que incorporar otras versiones que cuestionan el raciocinio político en las sociedades cerradas; citando al filósofo Popper, que defiende el indeterminismo en política, oponiéndose a las teorías marxistas, afirma que la sociedad es un ente abierto en contraposición con la sociedad cerrada.

El Viejo Milenario se pregunta: ¿pero existen sociedades abiertas en el mundo actual? ¿Toman las decisiones que afectan a su futuro los ciudadanos en un sistema teóricamente democrático? ¿O son las superestructuras económicas y la inteligencia artificial las que actúan unilateralmente generando conflictos con el único objetivo de conseguir sus beneficios? Es el afán de poder el que activa la búsqueda de los objetos de satisfacción, como dice Hobbes que llega a afirmar: “El deseo de poder es la primera inclinación humana, la cual encuentra un único freno: la muerte”. Esperemos que el raciocinio político sustituya al instinto depredador del Homo sapiens y al nuevo amo del mundo: los algoritmos infernales.

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