Opinión

¿Tontos o locos?

El autor de “Madame Bovary”, Gustave Flaubert, tiene una pequeña obra, “Memorias de un loco”, en la que, dirigiéndose al lector, pregunta: “¿En que categoría te encuadras?, ¿en la de los tontos o en la de los locos?” Si nos dieran a elegir, por vanidad, casi todos preferiríamos que nos consideraran locos. La locura la han vivido, de una forma u otra, los místicos, los filósofos, los idealistas, los creadores y los revolucionarios; en general todos los grandes pensadores que meditan sobre la existencia, la trascendencia de los actos y sobre la conducta humana. Son aquellos que, coincidiendo con Flaubert, saben que la existencia no son solamente hechos sino, fundamentalmente, pensamientos. Y que cuando los acontecimientos se producen sin una reflexión estos son intrascendentes y banales, en el mejor de los casos; o terriblemente nefastos para el conjunto de la humanidad en la mayoría de ellos.

Ha sido el espíritu crítico de unos pocos el germen que ha hecho desarrollar la civilización; los avances científicos han sido respuesta a la evolución social de la especie humana. Los pensadores siembran y su pensamiento fructifica a lo largo de los siglos. Cuando la semilla cae en terreno adecuado, el fruto es rico en propiedades y alimenta las mentes de los hombres y mujeres haciéndolos libres y felices. Eso, para las elites que dirigen el mundo, es algo que consideran muy peligroso y que tratan de evitar; ya que muchos de ellos se creen poseedores en exclusiva de los placeres de la vida.

Para que el número de tontos sea proporcionalmente elevado, algunos tonto-listos (suelen ser los más perniciosos) tratan de adoptar medidas de control. Recientemente en nuestro país una de esas medidas se ha introducido en el sistema educativo: la casi desaparición de la asignatura de Filosofía es un ejemplo de ello. Quizás el legislador la considere inútil y peligrosa; además urge la necesidad de seguir robotizando a los ciudadanos, que empiezan a cuestionar el orden establecido.

Los locos suelen tener días de inmenso hastío y ese sombrío disgusto impulsa por acción reacción, dualidad eterna de la cosmología tridimensional, la respuesta genial que solo alumbran las mentes lúcidas de los humanos libres. Los ejemplos son infinitos, ¿no es acaso una locura pertenecer a Médicos Sin Fronteras y ejercer la profesión en lugares de alto riesgo como ha sucedido en Kunduz? ¿No es sino un loco ilustre el papa Francisco en su afán de recuperar el mensaje liberador de Cristo? ¿No es un loco iluso Obama cuando apuesta por el diálogo y entendimiento con Irán y Cuba a pesar de la mayoría del Congreso de EEUU? ¿No fue un loco heroico el Che Guevara en su intento de liberar a los pueblos del yugo de las tiranías? ¿No fueron locos solidarios Vicente Ferrer y Teresa de Calcuta en su entrega a los menesterosos para aliviar sus males? ¿No fueron locos geniales Vicent van Gogh, Friedrich Nietzsche, Sócrates, Miguel de Unamuno, Julio Verne, Leonardo da Vinci, Mozart, Frank Kafka, Marie Curie, Stephen Hawking o Pablo de Tarso, por citar alguno de ellos?

Los tontos son multitud. Sus señas de identidad son innumerables y me limitaré a citar alguna de ellas. Los tontos dicen que todos los políticos son iguales para justificar la corrupción de aquel a quien él ha votado; al tonto le horroriza hablar de lo trascendente, solo ve televisión, nunca lee; no escucha los argumentos que contradicen sus firmes convicciones, el tonto justifica la violencia si considera que es necesaria para sus intereses, el tonto desprecia a los locos geniales y reclama su reclusión. Al tonto le encanta sumergirse en la masa y gritar eslóganes que no entiende, es avaro, envidioso, rencoroso, vil y traidor. Odia el internacionalismo, desprecia a los menesterosos y adora la simbología. Simplifican los conceptos y confunden erotismo con pornografía.

Creo que Flaubert simplificó en exceso la categoría humana: entre locos geniales y tontos malvados existe una infinita gama de matices que alteran el comportamiento del mono desnudo. De todas maneras, no se ofenda si algún tonto le acusa de cometer locuras, probablemente no entienda la esencia de la vida: ¡la libertad!.

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