Opinión

"El error Suárez"

Cuando Adolfo Suárez fue nombrado por el rey como presidente del Gobierno, una idea clara guiaba su mente: desmontar en el menor tiempo posible el sistema político construido por el franquismo a lo largo de casi cuatro décadas y restablecer la democracia.

Ante los españoles, Suárez aparecía como un producto del establishment de la dictadura. ¿Quién podía otorgarle confianza al nuevo reformador? En aquel momento nadie daba un céntimo de peseta por él. Un artículo de prensa tenía, al respecto, este título "El error Suárez". Su autor pretendía evocar otro famoso escrito firmado por Ortega, con ocasión del nombramiento del general Berenger por parte de Alfonso XIII como sucesor de Miguel Primo de Rivera para presidir la popular "Dictablanda".

Ahora bien, lo cierto es que este hombre -un Suárez reconciliador- arrostró graves peligros -incluso personales- en defensa de su honrado proyecto. Suárez era consciente de que una democracia no era tal si no integraba en su seno a todas las fuerzas políticas. En consecuencia, no dudó en legalizar al partido comunista.

La despedida de Adolfo Suárez fue numerosa y devota. Al paso del féretro, algunos ciudadanos aconsejaban a los políticos actuales a imitar su ejemplo. Personas anónimas soportaban horas y horas a pie de calle esperando el turno para dar un adiós emocionado al primer presidente de la democracia. Al respecto, alguien preguntaba: ¿Cómo es posible tanto sacrificio en el homenaje a un político que, al fin, de nada sirve? Yo pienso que esta es la tónica dominante del país: hagámosle la vida imposible al gobernante u hombre prominente, luego enterremos devota y religiosamente sus despojos.

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