En el capítulo del Quijote se cuenta la escena de unos bandoleros condenados por la justicia a pena de galeras. Estos delincuentes iban conducidos atados a una larga cuerda y formando reata como si de un cuadrúpedos humanos se tratara.
El penoso espectáculo sorprendió a don Quijote, que rogó al comisario tuviese a bien explicarle algo de la vida y milagros de los que iban de tal guisa a galeras.
El comisario accedió al ruego e iba dando detalles de cada uno. En el cruso del relato. Se detuvo con delectación morosa en uno de los galeotes: 'Este buen hombre -dijo el comisario- es el famoso Ginés de Pasamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.
-Señor comisario, dijo entonces el galeote, váyase poco a poco, y no andemos ahora a deslindar nombres y sobrenombres: Ginés me llamo, y no Ginesillo: y Pasamonte es mi alcurnia y no parapilla, como voacé dice...
-Hable con menos tono, replicó el comisario, señor ladrón de más de la marca, si no quiere que le haga callar, mal que le pese.
-Bien parece que va el hombre como Dios es servido. Pero algún día sabrá alguno si me llamo Ginesillo Parapilla o no.
-¿Pues no te llaman así, embustero?, dijo el guarda.
-Sí, llaman, repondió Ginés, mas yo haré que no me lo llamen...'
Reflexión: Esta actividad valiente de Don Ginés frente a las despectivas y burlonas palabras del comisario confirma aquello de que 'la rebeldía es la nobleza del esclavo'. El 'don' se lo pongo yo.