Opinión

Leviatán

Existió un inglés de nacimiento prematuro: su madre se puso de parto a causa del susto que llevó al saber que la armada de Felipe II se aprestaba a invadir Inglaterra.

Nos referimos a Thomas HobBes (1588-1679). A pesar de ser un niño enfermo su salud se robustecía a medida que iba cumpliendo años. Gracias a su voluntad de hierro y a una disciplina auto impuesta, vivió hasta los 91 años. Y ello en un siglo en que la esperanza me- dia de vida no iba más allá de los 35 años. Hobbes era de carácter alegre; gozaba con la contemplación de la naturaleza; se ejercitaba físicamente subiendo a zancadas las montañas de su tierra; apenas bebía vino, comía mucho pescado y disfrutaba entonando canciones "polo baixiño". Sin embargo, este pensador de carácter jovial tenía una pésima opinión de los hombres. "El hombre es un lobo para el hombre" -decía-. Y afirmaba que los seres humanos en el "estado natural" promovían una guerra continua de "todos contra todos"; que la vida así era "solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve". En tal estado la vida era imposible.

De esta necesidad de supervivencia, los humanos delegaron el poder que a cada cual correspondía en una entidad superior, con la fuerza necesaria para imponer leyes que a todos beneficiaran. Esta entidad es el Estado, que el filósofo simboliza en en Leviatán, nombre de la bestia bíblica, llena de poder y reina de los orgullosos que aparece en el libro de Job. Situémonos en estos tiempos nuestros de penuria moral y material y preguntemos: ¿Qué redaños le quedan a Leviatán para meter en cintura los insoportables abusos de la plutocracia mundial?

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