Opinión

¿EL MISMO PUEBLO DE SIEMPRE?

Con el advenimiento de la democracia, es evidente que el país ha progresado mucho en conquistas sociales y derechos individuales. Y estos logros se han conseguido en poco tiempo y sin grandes traumas. Los que hemos vivido etapas anteriores de la historia de España recordamos registros civiles en que un niño -hijo de madre soltera- era inscrito como 'hijo ilegítimo'. ¿Cabe la existencia de hijos ilegítimos?


Y si nos referimos a las cacicadas y arbitrariedades de algunas autoridades de entonces, ¿quién era el guapo capaz de denunciarlas? Ante las actuales generaciones estos logros aparecen como algo natural, conseguidos como caídos del cielo. Sin embargo este país ¿se ha transformado tanto en sus maneras de entender la convivencia entre los ciudadanos que -necesariamente- no pensamos igual?


A diario somos testigos del tono bronco y de palabras ofensivas con que se obsequian mutuamente nuestros políticos. En este aspecto tan esencial, la España añeja, con sus odios fratricidas, permanece.


Al respecto, encuentro un texto de Juan Benet, escrito en 1976, que transcribo: 'Es evidente que España es un país distinto de aquel 1939. Pero en ciertos aspectos y caracteres que determinan las condiciones necesarias para que sea respirable un clima ciudadano, sigue siendo el mismo pueblo de siempre: las mismas actitudes intransigentes, el mismo menosprecio a las ideas del adversario, la eterna prioridad de los intereses privados sobre los públicos y, como colofón, esas constantes con que el miedo y la agresividad caracterizan la conducta de los seres débiles'.

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