El mundo islámico se halla en continua efervescencia. A través de los medios de información, observamos como muchos sucesos referidos a ese mundo se desarrollan bajo el signo de un sangriento fanatismo. En la actualidad, Siria tiñe su mapa de rojo. Bachar el Asad no se detiene ante nada con tal de mantenerse en el poder y masacra a su pueblo sin piedad. Antes, otros sanguinarios dictadores tuvieron que ser desalojados del poder por la fuerza de las armas. En Libia, Gadafi, dispuesto a resistir hasta la muerte, vio cumplido su trágico fin.
Al parecer, Occidente esperaba mucho de estas 'primaveras árabes'. En consecuencia, su intervención militar en Libia hizo posible la derrota del dictador. Mas ahora resulta que en la primavera libia no brotan las esperadas rosas. Los vencedores de Gadafi llevan a cabo acciones de exterminio y racismo que avergüenzan a la humanidad. Imágenes de televisión nos permiten ver hechos execrables: subsaharianos obligados a tragarse la bandera de su país al grito de 'come perro'.
Alguien quiso ver en estos fenómenos de crudo salvajismo un cierto regusto innato por verter sangre.
NOTA.- Escribo este artículo en el 'Día de la mujer'. Una 'jaculatoria' lírica árabe da este consejo: 'No hieras a una mujer ni con el pétalo de una rosa'.
