Opinión

LA SERIEDAD DE LO POSITIVO

Atravesamos tiempos duros, difíciles de soportar, tremendamente prosaicos... Los cenáculos del poder internacional del dinero imponen a nuestros gobiernos democráticos reglas de obligado cumplimiento. Tratan de convencernos de que no queda otro remedio que acatarlas y ponerlas en práctica.


En cuanto a España, dicen que las reformas de Rajoy caminan en la buena dirección; pero, al mismo tiempo, advierten de la necesidad de ampliarlas. ¡Aínda máis! No lo duden, el Gobierno obedecerá a estas exigencias y cumplirá fielmente como si de un voto religioso se tratara. Ahora bien ¿no es posible quebrantarlo y cometer un 'pecado' de desobediencia?


En este punto, llegamos a la 'seriedad de lo positivo', que esta diabólica crisis nos dicta. Es evidente que los tiempos no incitan ni se muestran propicios a la creación poética y demás ensoñaciones artísticas. Hace poco recordábamos el consejo de Nietzche: 'Tenemos el arte para no morir a causa de la realidad'.


Hoy quiero citar a Marcuse, mentor de aquel mayo de 1968, que valoriza el sueño, la imaginación, el juego, el arte, todo lo que se opone a la seriedad de lo positivo.

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