Opinión

Soberbia y lujuría

Los griegos empleaban un término lingüístico para significar la soberbia: "hybris" la llamaban.

La "hybris" implicaba el desafío máximo por parte del hombre al poder de los inmortales. Era el intento de romper la barrera que nos separa de la divinidad; el gran atrevimiento que jamás se podía perdonar.

En la Biblia también figura la soberbia como el mayor de los pecados. El "non serviat" de Lucifer fue el grito de rebeldía, el desafío supremo por el que el ángel -"portador de luz y hermosura"- fue arrojado al profundo del infierno.

Sin embargo, recordando aquellos años de juventud, el delito más grave, el pecado por antonomasia que podíamos cometer no era precisamente un pecado de soberbia, sino de lujuria. El gran pecado era contra el sexto mandamiento.

Al respecto, los educadores nos alertaban de continuo frente a las inclinaciones pecaminosas de nuestro cuerpo mozo. El demonio, que nunca duerme, mueve los hilos de la carne y anda en torno nuestro buscando a quién devorar.

A la altura de los años transcurridos, todo aquello hoy se me presenta como un juego inocente al compararlo con el desenfreno actual.

Y qué decir de aquella nuestra "hybris".

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