Atravesamos tiempos de baja calidad moral; una época en que valores siempre respetados hoy parecen desaparecidos o "no se llevan". Cuando se habla de corrupción y de corruptos, en general el dedo acusador apunta hacia los políticos. De esta forma, al generalizar la gente mete en el mismo saco a todos, lo que siempre es injusto. No hay duda, cuando el corrupto desempeña un cargo público al que accedió con el consentimiento democrático de la ciudadanía y lo ejerce en beneficio propio, el escándalo es mayúsculo. Y si el número de corruptos adquiere la calificación de notable, entonces el escándalo es mayor y la mala fama se extiende a todo el estamento.
No obstante, hay una cosa que no acabo de entender: cargos políticos implicados en operaciones sucias vuelven a presentarse a las elecciones y hay gente que de nuevo les da el voto: ¿Qué significa esto? Pues ello indica que una parte importante de la sociedad también es corrupta. Estoy convencido de que si el cuerpo social gozara de buena salud ética, estos hechos no proliferarían tanto. Al respecto, no vale decir que siempre fue así y "es lo que hay".
La ética, en esencia, trata de lo que está bien y de lo que está mal. Señores corruptos y ciudadanos que los apoyan, sepan que el saqueo del dinero público está mal, rematadamente mal.
