Opinión

Algo hay que hacer con el coche

Lo dijo Arquímedes Jr: “todo coche es más pequeño que el equipaje de un veraneante”. Mi desembarco en Ourense estuvo precedido de dos grandes problemas. El primero es que, durante el viaje, a mi coche se le encendieron más pilotos de los que mi sistema nervioso puede asumir por trayecto. El segundo es la imposibilidad de aparcar en las inmediaciones de mi casa, tampoco en las cercanías, y en realidad, en ningún lugar más cerca que la cara oculta de la luna. La única alternativa que encontré para aparcar y descargar con calma en casa fue comerme el coche. Lo intenté pero, ni forzando la mandíbula al máximo, logré tragarme las maletas de la baca. La solución fue regresar a tierras coruñesas y regresar con un neceser, dos camisas, un pijama, y un par de calzoncillos. Todo puesto.

Los bolardos

Varias zonas de esta bella ciudad están sembradas de bolardos que suben y bajan, pero solo si eres lo bastante importante como para que lo hagan. Y yo no debo serlo, porque, al menos en la zona vieja, nunca he logrado que bajen. Así que en el taller de chapa están encantados con mi traslado a esta ciudad. De todos modos, a la hora de la verdad, la gente aparca donde quiere y como quiere, y en ese aspecto me siento muy cómodo. Soy conductor impulsivo y romano y considero que el coche es un medio, no un destino donde quedarse a veranear. Nunca me he sentido más a gusto al volante que en Roma, donde pitan e insultan gravemente a todo aquel que cumple alguna norma de tráfico. Estoy con ellos. Es de pésimo gusto aparcar en las zonas habilitadas para hacerlo o respetar todas las isletas como si fueran abismos. Además denota una evidente falta de imaginación. 

El buen rollo

Acostumbrado a la falta de tacto de la policía local madrileña, que en general no se distingue por su amabilidad y paciencia, la sonrisa de los agentes ourensanos me desconcertó en un primer momento. Ahora cada vez que me detengo a hablar con ellos tengo la sensación de que nos conocemos de antes. Quizá hayamos compartido alguna infracción en el pasado. No sé. Sé que ellos tienen que cumplir las normas. Pero es de agradecer la manga ancha y paciencia con la que permiten que estacione mi coche en cualquier lugar para descargar la compra, si tenemos en cuenta, insisto, que para llegar a mi casa en algún vehículo motorizado legal, es preciso hacerlo en helicóptero. 

El equipaje necesario

Ourense requiere más maletas que otras ciudades, si te espera una larga estancia. Aquí hace un calor sofocante hasta que, de pronto, un día, sin avisar, te congelas. Es una de las pocas ciudades en las que te puedes morir de frío y calor a la vez.
Mi consejo es que llenes tus maletas de todo lo que crees que necesitarás al llegar aquí, y una vez en la ciudad lo tires todo y te vayas de compras. Al fin y al cabo esta es una de las cunas del textil, así que nada que puedas traer de tu casa va a ser más bonito que lo que puedas encontrar en esta ciudad en un par de tardes de tiendas. 

Zonas de aparcamiento

Existen varias zonas en las que es posible aparcar, si encuentras un hueco, que es imposible. Son las zonas azules y no sé cómo funcionan pero, por experiencia, tienes dos opciones: puedes aparcar y poner un papelito blanco que expide una máquina azul, o aparcar sin más, y cederle el honor de expedir el papelito a alguno de los guardias. Si esperas, te lo acaban poniendo en el parabrisas. Esta ciudad está llena de pequeñas gentilezas para ahorrarte esfuerzos. 

Luego está lo que yo llamo "las zonas dudosas". Son las líneas amarillas discontinuas, los carga y descarga con horarios incomprensibles, y en general, un montón de sitios en donde el coche cabe, no molestas a nadie, y no parece haber nada que lo prohíba. En las líneas intermitentes amarillas ocurre algo sorprendente: no se puede aparcar, pero se puede aparcar. Yo tampco lo entiendo. Pero antes de ponerlo en práctica esgrimiendo este artículo a la autoridad, déjame que haga una llamada a mi abogado.

Los baches

Ourense es una ciudad sin baches, gracias a las fotodenuncias que los lectores envían a La Región. Así que si encuentras uno, que no sea el socavón de la calle 4 del polígono de San Cibrao, será como encontrar un trébol de cuatro hojas; que era un divertimento típico en mis años escolares, allá por el pleistoceno inferior.

Conclusión

Sé prudente al volante. Esta es ciudad de gente de orden, que respeta los pasos de cebra, sobre todo si los que cruzan son cebras, y en general, no utiliza el pito salvo que sea absolutamente necesario. Nunca dejará de sorprenderme lo poco que se toca el pito aquí.

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