Opinión

Dignidad y respeto

Ha sido otra muestra de los tiempos tan convulsos que socialmente estamos viviendo. Otra muestra donde se mezclan churras con merinas y donde se aprovecha una ocasión para catapultar expresiones que atentan contra la dignidad y el respeto. Nos estamos refiriendo al polémico pregón del pasado Carnaval que promovió el Concello de Santiago.

Como ya conocen, el pregón pronunciado por el dramaturgo Carlos Santiago -ya es también paradoja el apellido-, vertía alusiones sobre el tamaño de los testículos del Apóstol Santiago, usaba la palabra puta para referirse a la Virgen o ironizaba sobre prácticas sexuales cuando se refería a la Pilarica. Todo ello derivó además en un “acto de desagravio” celebrado en la Catedral de Santiago. En el mismo, el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, dijo que ni el contexto del Carnaval ni la libertad de expresión podían justificar unas ofensas que no concretó y añadió que las “corrientes laicistas generan cristianofobia”

Por otra parte, la Asociación de Abogados Cristianos presentó una querella denunciado dicho pregón “por ser presuntamente constitutivo de un delito contra los sentimientos religiosos tipificado en el Código Penal”. Claro que para el alcalde santiagués, lo ha contextualizado “dentro de la sátira y la crítica”, así como “dentro de los límites del humor”, añadiendo que “se está criminalizando un pregón en un contexto de lo que es el Carnaval y la sátira y la crítica me parece terriblemente peligroso” e hizo un llamamiento “a entender los contextos, a entender el humor, a entender las sensibilidades”.

La cuestión es que de un tiempo a esta parte se están hiriendo demasiadas sensibilidades, y las sátiras se están pasando se frenada, ya provengan de humoristas, actores, raperos o cualquier otro representante del mundo del vodevil. Pero todo sucede porque se suscita desde las esferas políticas antisistema. No hay respeto ni tampoco se actúa con dignidad. La convivencia consiste en esgrimir ideas pero sin herir a quienes no las comparten. Y estos cuadros se reiteran, pero siempre proceden del ámbito político de izquierdas, que parece hacer suyo este patrimonio del insulto o la vejación.

Y luego se habla de pérdida de valores. De lo que hay que hablar es de educación y comportamientos cívicos. De actuar en sociedad haciendo gala de unos atributos decorosos, de no usar la ideología como saetas emponzoñadas. La política requiere de otros mecanismos más pulcros. No hace falta convulsionar a la sociedad para insertar mensajes acordes con el espíritu de quien los promulga.

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