Opinión

Cementerio de heterodoxos

Alguna vez conté parte de esta historia. Todavía, al recordarla, me llena de inquietud. Han pasado los años y acaba de suceder algo que, para mi pasmo, cierra aquel encuentro en un círculo iniciático.
Le conocí en el lejano Madrid cuando estremeció a España con su corrosivo libro "Reivindicación del Conde Don Julián". Después he coincidido con él en otras ocasiones, alguna en Marraquech donde ha vivido sus últimos años. Aquí, en Ourense, cuando vino a visitar a su amigo el novelista "Chesi", del que era fiel admirador.

Por supuesto, hablo de Juan Goytisolo. Serio, distante, su mirada te desarmaba. Siempre buscó encuentros con hombres de otras culturas que careciesen del sentimiento judeocristiano de culpa. Siempre hubo en él algo inasequible para quien estaba a su lado. Cierto, cuando lo vi en su Itaca, Marraquech, su rostro permanecía luminoso mientras sorbía el te en su café favorito, desde donde contemplaba su amada plaza de Djemaa El Fna.
Amigo lector, recuerda conmigo aquella extraña cita en Larache. Ahora que falleció Juan, las imágenes golpean mi mente.

El 25 de abril de 1986 hice un viaje a Marruecos con una pintora alemana. Fieles a Machado, ligeros de equipaje. Ella sus telas y yo tres o cuatro libros, dos de ellos del entonces mi favorito, Jean Genet. Detuvimos nuestro "escarabajo" en la ciudad de Larache, pernoctamos en aquel destartalado y viejo Hotel España.

Al atardecer, según mi costumbre, visité el cementerio de la ciudad. Llovía levemente, cuando un lugareño me llevó ante una puerta de piedra con una gran cruz rota. Qué sorpresa y qué desolación. Era un cementerio cristiano y español abandonado. Tumbas profanadas, mármol ausente y difuminadas insignias militares. Leí por ejemplo: "Aquí yace el teniente Tal, que falleció en acto muy heroico". Pensé, qué tristeza, aquí estan nuestros héroes olvidados, casi bañados por el mar. De pronto, me llamó la atención una tumba reciente al estilo musulmán, cuidada con mimo. Anochecía y aluciné cuando leí: "Jean Genet, 19 décembre 1910; 15 avril, 1986", apenas hacía diez días que lo habían enterrado.

Ay, yo llevaba en mi mochila su obra "Diario de un ladrón". Allí estaba el más heterodoxo y maldito de los escritores franceses del siglo XX. Al día siguiente, indagué sobre él. Alguien me contó: "Pasaba mucho tiempo en Larache, su novio vive aquí, siempre iba a escribir a las ruinas de ese cementerio".
Han pasado treinta y un años desde aquel día iniciático. Goytisolo me contó: "Sus amigos le dimos sepultura allí, como era su deseo".

(En Marraquech Juan Goytisolo es muy respetado. Cuando los constructores volaban como buitres sobre ella, lideró la lucha para que la hechizante plaza de Djemaa El Fna fuese declarada patrimonio de la humanidad, Los dineros de su Premio Cervantes han sido para la educación de los niños de su tribu marroquí.
Pensé: sus restos yacerán al lado de su amada madre en Barcelona. Ella falleció en un bombardeo durante la Guerra Civi. Ay, llevaba un juguete para Juan en sus manos. Allí descansa también su hermano suicida, el poeta José Agustín.
Pues no. Quiso ser disidente hasta el final. Decidió reposar al lado de su amigo y maestro Jean Genet, en aquel turbador cementerio de Larache.
A su lado, siempre presentí un secreto inaccesible. En una caja fuerte se guardan cien folios que sólo se abrirán cuando transcurran diez años. Su último acto inquietante y subversivo.)

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