Opinión

Quince almas errantes

Martes, 26 de enero

Vayamos hoy por el lado oscuro de la ciudad. Ya escribí sobre ello, pero es el momento de retomarlo.

Detrás de la imagen apacible de esta ciudad infeliz hay también mucha inmundicia, hermana, hermano lector. Ya conté que tenemos el récord de suicidas. Lo que quizá no sepas es que también tenemos otro récord inquietante. Nuestra sagaz periodista de sucesos Monchi hizo hace no tanto las cuentas. Pues bien, en Ourense lideramos también las desoladas listas de crímenes sin resolver. Qué barbaridad, vamos para los quince en estos últimos veinte años.

Habrá que añadir ahora al policía que apareció muerto en su oficina de la Comisaría. La jueza cree que fue un asesinato en esta triste historia de la Zamburiña. Quince crímenes, algunos no tienen que envidiar al hombre de la motosierra de la película “La matanza de Texas”. Ni a las despiadadas venganzas de la más pura mafia de la Cosa2021-01-31 ANGULO INVERSO Ilust Nostra italiana.

Allá en la posguerra se mataba con frecuencia por los lindes de una finca con la guadaña. Ahora, cierto, la mayor parte de los asesinatos lo fueron por el espeso veneno de las drogas. No te voy a agobiar ni a relatar los crímenes. Pero, inevitable, recuerdo aquella mujer que apareció quemada a las puertas de la vieja prisión de la calle Progreso. Jamás se supo nada. Ay, la pareja que amaneció muerta en un coche después de ser salvajemente torturada a la puerta del cementerio de Santa Mariña. Hubo de todo, incluso alguien falleció por una curvada catana japonesa de filo acero.

Extraña ciudad la nuestra. Quizás los asesinos aprendieron de las zorras viejas a borrar las huellas con el rabo. Quizás haya días en que una fuerte concentración de tinieblas cubre la ciudad. Quizás Némesis, la encargada de la venganza de los dioses, habite sobre nuestras colinas.

(He descubierto una excelente banda ourensana de rock de la que he de escribir. Ray Porto y Las Cruces. Supón a quién dedican su estribillo: “Nacimos en esta mala tierra,/ crecimos en esta mala tierra,/ luchamos por esta mala tierra/ y moriremos en esta mala tierra”. Les estoy escribiendo un tema: “Quince almas errantes vagan sin descanso por la ciudad”.)

Miércoles, 27 de enero

Me llegó un correo de una mujer rota por los avatares del destino. Elisa es su nombre. Quedé hondamente conmovido. Me da recado de la muerte de Eduardo Luis Novoa, Tatá, su gran amor.

Ay, Tatá también era mi amigo. Fue muy popular en la ciudad ya que fue pionero de la publicidad. Mira tú, ojeo ahora un programa de muchas páginas de las fiestas del año 70. Está muy cuidado, pero lo sorprendente es que hay un montón de colaboraciones de los hombres de la generación Nós y de los “artistiñas”. Quiero decirte que, al contrario de la embrutecedora publicidad que nos acosa, él combinaba poemas y escritos con anuncios. Aquí están Risco, Blanco Amor, López Cid, Otero Pedrayo y hasta Ben-Cho-Shey.

Un día en su casa me dejó asombrado: “Lee este texto de Risco que me escribió en esta servilleta del Volter, aquel mítico lugar de la bohemia de los sesenta”. Me contaba: “Yo me acercaba a ellos con humildad y jamás se negaron a colaborar conmigo. Mira este otro texto de Trabazo que está escrito en la comanda del restaurante del Hotel Parque”. Tatá tenía la mirada melancólica. Lo habitaba una gran nostalgia de aquel Ourense con duende. Estuvo en todas las guerras publicitarias. Puso los primeros anuncios en los marcadores del Couto cuando el equipo militaba en segunda división. Trabajó con el inolvidable Cholo en las elecciones de misses, entonces se celebraban en todas las villas de la provincia. Fundó empresas de publicidad.

Siempre derramó humanidad por las calles de esta ciudad que tanto amaba. Lo mirabas y te decías “con hombres así, los sueños no han perdido la batalla”. En los últimos años colaboré con él escribiendo algunos artículos para sus programas. Al entregárselos me decía muy serio sacando la cartera: “¿Cuánto te debo, Jaime?”. Qué le iba a decir, si era yo el que le debía su cálida amistad.

(Elisa, “la hojas muertas se amontonan a raudales/ pero la vida separa a los que se aman”.

Sólo te conozco, Elisa, por lo que él me contaba de ti. Me dijo que cuando leíais mis artículos tú me llamabas “El caballero oscuro”. Ojalá Tatá me hubiera armado caballero. No al lado de los molinos cervantinos, sino justo al lado de la fuente de las Burgas. Oscuro, me dices. Cierto, qué le voy a hacer si nací allá en la “raia” con un sello clandestino.)

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