Opinión

El Salmonetes

Querido compadre Itxu:

En Madrid en estos días sólo hay dos temas de conversación: el calor y El Salmonetes. Al primero lo conoces bien, y también los lectores de Orense. Mucho se habla de que en Córdoba en verano se puede freír un huevo sobre un banco de piedra. Bien, pues hay bancos en  parques de Orense donde no es que se fría un huevo, es que se te cuecen los dos si te sientas.

En cuanto al segundo, El Salmonetes, se trata de un alto directivo empresarial, residente en la urbanización de lujo La Moraleja de Madrid. Esa urbanización, una de las más exclusivas de España, tiene un club social, uno de los más exclusivos del sistema solar, con una piscina, una las más exclusivas del Universo, donde El Salmonetes se presentó con una brasileña en tanga. Sobre la profesión de ella se dice que es una de esas mujeres que cobra por horas, se pasa la vida en hoteles y le cuesta mucho explicar a qué se dedica. O sea, que debe de ser consultora. Pero mucho más interesante que su profesión, era el tanga que lucía. Porque aquello no era un bañador venido a menos, compadre, era un hilo dental venido a más, un milagro textil imposible, una serpentina fronteriza entre dos glúteos. En cuanto a la parte superior del traje, no trajo. Es decir, que llevaba las domingas, muy festivas por cierto, al aire.

No me digas por qué, pero el caso es que la chavala no fue bien recibida en el selecto y exclusivo Club Social de La Moraleja, donde un metro cuadrado de terreno tiene precio de hectárea. Los socios, y sobre todo las socias, no la miraron con buenos ojos y fue invitada a largarse del lugar precipitadamente. Sobra decir que la escena fue grabada y subida a las redes inmediatamente. Ahí se puede ver un sainete de personajes a la gresca que habrían hecho las delicias de Arniches. Golpes, insultos, lanzamiento de objetos, pijos indignados, un socorrista en medio de la tormenta… y la chica repartiendo sopapos a todos ellos y al mismísimo Cid Campeador si se hubiese puesto delante. Pero lo mejor es él, El Salmonetes, el que tuvo la ocurrencia de llevar a la piscina de su urbanización a la chica presuntamente contratada a través de una web de señoritas de compañía. En todo momento aparece en el vídeo como espectador, ajeno a la pelea, ausente incluso cuando le increpan sus vecinos, al grito de “impresentable”, amenazándole seriamente con una sanción que le impediría la entrada al club durante seis meses. Se la sopla. El Salmonetes, absorto, mira y calla, no reacciona, manos en los bolsillos y expresión de vacío. Cada vez que la cámara lo pierde de vista y vuelve a enfocarlo, El Salmonetes aparece cada vez más lejos, pero con la misma expresión de besugo. O llevaba una tajada como un piano u olé los huevazos del personaje. ¡Qué aguante! ¡Qué manera de mantener el tipo sin mover una ceja! ¡Qué don Tancredo tan perfecto! ¡Ni Rajoy en sus buenos tiempos habría sido capaz de superarlo! El Salmonetes observando la que ha liado es como Pedro Sánchez mirando la subida del IPC y la inflación disparada: no hay reacción. 

Compadre, hazte con el vídeo. Lo encuentras en cualquier red social: Twitter, Tik Tok, Instagram… seguramente te haya llegado a través de varios grupos de whatsap. Las redes son el escaparate virtual de la intimidad real expuesta al público. Y si no encuentras la grabación, pídesela a Villarejo, que atesora la mayor colección de grabaciones del mundo. Cómo lamento no haber compartido mesa nunca con él. En España hoy, si no te ha grabado Villarejo, no eres nadie. Bueno, sí, siempre puedes aspirar a ser El Salmonetes y liarla parda en la piscina.

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