Opinión

Mándame una vaca

Querido Itxu:

Necesito una vaca. Ya. Y no sé a quién recurrir. Soy enemigo de los tópicos. Aquí en Madrid son muy de tópicos. Por eso es común considerar a los gallegos gente recia, pero dedicada de noche a preparar queimadas y proferir conjuros. Algunos, incluso, creen firmemente que coméis centolla y pulpo todos los días. Yo sé que no es así. Que también tomáis percebes de vez en cuando. Pero me es imposible rescatarlos de su empecinado error.

Detesto el simplismo de tales etiquetas absurdas y me esfuerzo en combatirlas cada vez que tengo oportunidad. Pero de lo de la vaca, estoy seguro. Sé que todos los gallegos tenéis en casa una vaca. O dos. Por eso recurro a ti, querido Itxu. Mándame una vaca por favor. Madrid se ha quedado sin leche. Las estanterías de las tiendas son baldas baldías. En este mundo globalizado, al hijo de Putin se le ocurre invadir Ucrania y la consecuencia es que no me puedo tomar un cortado. Y yo, por la mañana, hasta que no me tomo un café no soy persona. Después tampoco, pero lo disimulo.

Te sintetizo lo ocurrido. Uno: Putin saca los pies del tiesto ruso. Dos: el gasoil, que ya andaba subidito, iguala su precio con el del Macallan 25 años. Tres: los camioneros se declaran en huelga provocando escasez de suministros. Cuatro: el Gobierno dice que el problema es de suministros, no de sus ministros. Cinco:  No hay leche.

Mi cuñado Vicente, que está en segundo curso de tertuliano, resume la situación con una irrevocable sentencia: La cuestión no es que no haya leche, la cuestión es que no hay huevos. También ha faltado esta semana arroz, aceite y pasta. A esto último ya estamos habituados. Curiosamente, en los lineales no escasean tofu, chía, quinoa y cochinadas similares que muchos no comemos ni en caso de imperiosa necesidad. Pero leche, nada.

Los transportistas se niegan a pagar por trabajar y han parado el camión. Y varias fábricas de lácteos han apagado la maquinaria por falta de materia prima, la leche. Entonces, el Gobierno, en un alarde de política imaginativa, ha decidido resolver la huelga no reuniéndose con los que la convocan, sino con los que no la convocan. ¡Y han llegado a un acuerdo con ellos! Es increíble. El Ejecutivo tiene más problemas que un libro de matemáticas, pero sabe cómo resolverlos: con imaginación. Pedro Sánchez, más conocido como Antonio en las cumbres europeas, se dedicó primero a hacernos saber quiénes eran los huelguistas: peligrosos agitadores de la ultraderecha que trabajan de camioneros sólo por fastidiar. Y el inquilino de La Moncloa sabe cómo tratar a esa gente: como si fuesen saharuis. Después puso rumbo a Bruselas a poner orden en Europa. Porque en cuanto se les deja, a los líderes europeos les da por tomar decisiones sin consultar antes a Antonio, o sea a Pedro, quiero decir a Sánchez. Y allí les expuso su gran idea, que es convertir la Península Ibérica en una isla energética. Parece que la mayoría de países de la UE no ven a España como una isla energética, sino como una península problemática. Pero la solución es sencilla. Basta con no reunirse con los que lo creen sino con los que no lo creen.

En resumen, querido Itxu, que una vez Sánchez les ha puesto las pilas a los mandatarios europeos, es cuestión de horas que Fernando Simón anuncie que en los supermercados apenas habrá uno o dos casos de escasez aislada. Por eso necesito una vaca. Mándame una vaca y te invito a un café con leche. Y mándame dos lubinas también. Son para cenar. No tengo ni idea de cómo ordeñar una lubina.

PD.: No me mandes la vaca en un camión. Mándamela en un taxi antes de que se pongan de huelga también. Gracias

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