Opinión

Perdido en el laberinto

Itxu y Quero.
photo_camera Itxu y Quero.

Querido compadre Itxu:

¿A mí me vas a hablar de laberintos? ¿A mí, que llevo tres días intentando salir de los túneles de Azca? En Madrid tenemos el dudoso honor de contar con este complejo de 7 kilómetros de túneles circulares, divididos en dos niveles para mayor recochineo, que recorren el subsuelo del distrito financiero de Madrid, junto al Paseo de la Castellana. Cuenta la leyenda que el trazado de los túneles lo realizaron entre varios ingenieros empleando un innovador método de diseño consistente en soltar una lagartija en un plano para que las vías subterráneas siguieran el recorrido que marcara el reptil. Y créeme, el bicho tenía energía aquel día.

Para entrar en los túneles de Azca es preceptivo despedirse previamente de la familia, pues no sabes cuándo los volverás a ver. Recorrer los túneles de Azca es como intentar buscar una solución para España, por más vueltas que des no encuentras la salida. Y salir de los túneles de Azca es más difícil que salir de las drogas. Para añadir mayor suspense a la gymkhana viaria, el cambio de nombres en el callejero Madrid ha provocado que si buscas la salida a la calle Capitán Haya puedas permanecer dando vueltas ad eternum, puesto que tal calle ya no existe. Ahora el Capitán Haya se ha transformado en el poeta Joan Maragall, de igual modo que el desvío hacia General Moscardó ha mutado a Edgar Neville. Ya sabes, querido Itxu, que, siendo alcaldesa de la villa y corte, Manuela Carmena se propuso eliminar todos los rótulos del callejero madrileño con la más mínima reminiscencia militar y a punto estuvo de retirarles el cartel de la tienda a los de General Óptica, que jamás hicieron la guerra sino que vendían gafas. Es costumbre de la progresía española identificar a cualquier miembro del ejército con el franquismo, aunque sea el Almirante Cervera, a quien también le hurtaron su calle en Barcelona a pesar de haber muerto antes de que Franco cumpliese 17 años.

Sigo. Sigo en Azca. Llevo tanto tiempo aquí que ya no recuerdo ni para qué entré. Me encuentro perdido, ¡qué paradoja! Me siento desnortado, sin rumbo, angustiado, desesperanzado, dando más vueltas que un manco en una barca de remos, más agobiado que un barrendero en Tarifa. Es cierto que al ser autónomo acumulo años de experiencia en la investigación de los efectos de la ansiedad en el ser humano, pero esto desborda la más pesimista de las situaciones posible.

¿A mí me vas a hablar de laberintos, querido Itxu? Desconozco cómo será el de Breoghán que me señalas y prometo visitarlo si algún día logro salir de los túneles de Azca, donde continúo girando como un burro en una noria mientras te escribo estas líneas. Aprecio tu idea de invitar a unos cuantos ministros a su inauguración con el noble objetivo de que se pierdan para siempre. No obstante, creo que yerras el tiro. Quienes nos han metido a todos en un laberinto son ellos, que nos han condenado a vagar por un túnel plagado de recovecos y sin salida. No vemos la luz de su final y, también te digo, al precio que está la luz, casi mejor. Recorremos las galerías de este subterráneo con Pedro el Guapo como guía y sus socios separatistas y admiradores de ETA socavando la tierra a nuestros pies para que el camino hacia la oscuridad sea cada vez más profundo. No hay brújula. No hay mapa. Y las siglas GPS en este embrollo significan Gobierna Pedro Sánchez. ¿A quién le vas a hablar de laberintos, compadrito? ¿Al que los inventó? No querido, Itxu. Lo que necesitamos no es meter al Gobierno en un laberinto, sino salir del laberinto en el que el Gobierno nos metió. Y eso, ahora mismo, me parece incluso más difícil que conseguir escapar de los túneles de Azca.

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