Opinión

Puertas que se abren y se cierran

Victoria en Barcelona el viernes y hoy en Burdeos. Quizá dentro de poco de nuevo en Ourense para volver a ilusionarse con una nueva aventura y empezar una nueva etapa. Eso es el deporte profesional, idas, venidas, éxitos, fracasos... Todo muy rápido y sin opción de marcha atrás. Como la vida del resto de los planetarios. A veces a merced de la fortuna o de decisiones ajenas que marcan el sino de uno sin depender del rendimiento, el talento o la imparcialidad.


A veces toca hacer borrón y cuenta nueva sin pretenderlo o incluso esperarlo. Otras se puede planificar a largo plazo o se tiene la oportunidad de hacerlo aunque cada vez el deporte profesional y la vida terrenal dejen esa opción en mano de los privilegiados. A veces el balón no se diferencia tanto del uniforme, el volante o el teclado.


En todos los casos la clave está en el paso siguiente. Cuando toca mirar atrás y saber cuantas veces, si no es en todas, se puede no agachar la cabeza. Saber si se puede mirar a los ojos porque no se ha quedado nada dentro, porque uno se lo ha dejado todo por el beneficio de quien le paga aunque inevitablemente sea con el condicionante de hacerlo por el bolsillo propio.


Si uno sale por la puerta delantera y puede mirar atrás sabiendo que no se ha dejado nada y no hay reproches puede dormir tranquilo. Aunque a veces toque mojar la almohada de rabia, impotencia o desilusión. Puede dormir tranquilo y mirar a los ojos. Eso es lo que dicta sentencia sea en la cancha de baloncesto o el trabajo diario en labores más cotidianas.


Etapas más o menos prolongadas de compañeros, amigos o conocidos. Vidas ajenas o experiencias propias en tiempos donde el sol siempre vuelve a salir.

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