Opinión

Mártires de la Revolución Francesa

En 1789 estallaba la Revolución Francesa. Las ideas ilustradas, gestadas a lo largo del “siglo de las luces”, traen promesas de “libertad, igualdad y fraternidad” y un nuevo concepto de sociedad y estado. El influjo de la historiografía marxista la idealizó, tal vez para justificar su propia revolución y defendió que la guillotina separó las tinieblas de la luz, cuando lo que realmente hizo fue cortar la cabeza de miles de franceses, enterrando con sus crímenes sus proclamados ideales. 

Junto a la matanza de inocentes, contó con el episodio más manipulado de la historia: la Toma de la Bastilla. Ridícula, porque se había decidido cerrarla y solo tenía seis presos: cuatro falsificadores, un noble condenado por incesto y un demente cómplice de tentativa de regicidio. Y a la vez, sangrienta porque, entre otros crímenes, se linchó al alcaide y su cabeza clavada en una pica se paseó por la ciudad.

La importancia de la Revolución como hecho histórico es indudable, lo mismo que su complejidad y dificultad para ser juzgada. Pero anticipó también una de las caras más oscuras del siglo XX: las dictaduras establecidas en nombre de sus principios. 

En este contexto encaja lo sucedido en la Vendée (centro-oeste de Francia). Aunque la Revolución había sido bien recibida, la generalización de abusos y persecuciones, dieron paso a dudas y la esperanza a decepción. Así, en 1973, la región se alzó contra el totalitarismo jacobino, al grito de “¡Por Dios y por el Rey!”. La guerra duró tres años y terminó con el considerado primer genocidio de la historia moderna contra la población civil. El guión de esta guerra nos muestra persecuciones a la Iglesia, misas clandestinas, sacerdotes confesando antes del combate y todos con la escarapela del Sagrado Corazón de Jesús en el pecho. Sin duda, la guerra entre los partidarios de la nueva República (azules), y los realistas del antiguo régimen (blancos), supuso un plebiscito entre la fe católica y la nueva fe surgida de la Revolución. 

La represión y el terror del ejército de la Convención, con las llamadas “columnas infernales” del general Turreau, se cobraría la vida de 200.000 personas (entre el 12% y el 20% de la población). Hubo fusilamientos indiscriminados de combatientes y civiles, en especial mujeres (calificadas de “paridoras de bandidos”), niños y hasta bebés. Envenenamientos masivos y ahogamiento en ríos de personas presas en barcazas. Creación de campos de concentración donde los presos morían de hambre o enfermedad. La guillotina no paraba, e incluso se fabricó ropa y ornamentos con la piel de los vendeanos. 

Este episodio incómodo, ocultado por la versión oficial, ha inspirado la película “Vencer o morir”, de Paul Mignot y Vincent Mottez, que nos narra la historia de François-Athanase Charette (1763-1796), líder de esa revuelta. A pesar de contar con el respaldo de historiadores reputados, ha levantado cierta polémica en la izquierda mediática que la acusa de tergiversar la historia. ¡En Francia no es sencillo reflejar (por no decir criticar) la Revolución!

La película, mezcla convincente de documental y ficción, es una historia que merece ser conocida y promocionado su compromiso, en especial en estos días de batalla cultural que vive occidente. Ojalá sea un gran éxito y yo verdaderamente la recomiendo.

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