Opinión

Un cura que deja huella

Con toda justicia, la parroquia de Francelos rinde este domingo un merecido homenaje a quien es su cura desde agosto de 1965, primero como ecónomo y desde 1985 como párroco. Y, organizan la fiesta sus parroquianos al cumplirse los cincuenta años de sacerdote. Bodas de Oro de una persona que ni Francelos en particular, ni el Ribeiro en general, van a olvidar jamás.


Joaquín Pérez Mostaza, curiosamente Don Joaquín para toda la zona, se ha ganado a pulso el cariño, el afecto y también el respeto de todo el contorno. Hombre de prestigio, de consenso, de diálogo, de paz; que supo encarnarse en el sentir del pueblo. Castellano de Santa Coloma de Sanabria (18.6.1931) y sacerdote diocesano (20.12.1958), llegó a Ourense de la mano de sus tíos, también sacerdotes, y se quedó aquí para siempre. Primero seis años como cura en A Mezquita y Santigoso y más tarde en ‘su’ Francelos, donde es querido como pocos, siendo su primer párroco después de la creación de la parroquia allá por 1956. Hoy, es el arcipreste de todo el Ribeiro y fue también profesor del Instituto ribadaviense (85-96).


En su día, hemos dedicado unas líneas a quienes este año celebran el oro con el sacerdocio y habrán deducido entonces y ahora el afecto y cariño, además de la inmensa deuda que personalmente, y la diócesis en general también tenemos con ese curso grande en número pero mayor en sus servicios pastorales. Mostaza es uno de ellos y con creces.


Le ha tocado vivir y de manera especial en Ribadavia, una época muy difícil. Bien recuerdo los últimos años de la década de los sesenta en la parroquia de El Portal, y me liberará el lector de pormenores. Pero lo que si es de resaltar es que, en aquellos años, Don Joaquín jugó un papel decisivo que aún está por reconocer. Sólo su espíritu conciliador y su carácter sereno resistieron aquello con su figura, tras la sombra, apaciguando y conciliando voluntades. Ahí está la historia desde el párroco Don Julio García hasta nuestros días. Él fue siempre un punto de referencia.


Además, y esto es más importante, Mostaza ha sido y sigue siendo un sacerdote amigo de sus compañeros, cercano con sus feligreses y comprometido con la Iglesia. Asume, con prontitud, todas las iniciativas eclesiales y trata de llevarlas a la práctica. En cualquier evento eclesial, emerge su figura y su opinión. Está y participa; está y sabe opinar; está y tiende siempre la mano al discrepante, trata de aunar y de tirar por el carro de la diócesis; está y su ausencia se nota siempre.


Pero mal quedarían estas líneas sin hacer una mención fundamental a la persona que siempre ha estado detrás de él y que es su hermana Pilar. Cual ángel de la guarda es su sombra, su compañera de toda la vida en un sacerdocio fecundo y que le deseamos muy largo todavía.


No te enfades Joaquín por esto que me salió así de repente y, lo sabes bien, desde el conocimiento y lo más profundo del corazón. Enhorabuena para ti y para esa parroquia de Francelos que tanto te quiere y que es la niña de tus ojos. Ellos han tenido suerte contigo y tu te has entroncado en la galeguidade gracias a esa buena gente.


‘¡Ad multos annos!, mostacilla’.



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