Opinión

Gastarse y desgastarse

Desde los ejercicios espirituales que hicimos los de mi curso para el sacerdocio siempre me gustó la frase que el obispo Temiño repetía reiteradamente y que yo me puse de lema: "Non vestra, sed vos, impemdar et superimpendar" (me gastaré y desgastaré no por vuestras cosas sino por vosotros mismos). Eso están haciendo tantos misioneros en todos los continentes y ahora, con esto del ébola, se está poniendo muy de manifiesto.

Un misionero aragonés, sacerdote desde 2004, Rafael Quirós, está en Benín, en el centro del continente africano. Ha hecho unas declaraciones interesantes que son un toque de atención para el primer mundo: “La gran pandemia de África es la pobreza extrema, de la que se desentienden todos los países ricos. No he renunciado a lo más importante. Soy un hombre enamorado de Jesucristo y su Evangelio”. Afirma que, como ocurre en el resto del país, la economía está poco desarrollada y se basa en la agricultura de subsistencia, a pesar de la gran abundancia de recursos naturales, explotados por empresas extranjeras.

Las consecuencias las sufren los más pobres, pues en Benín solamente una de cada tres personas está alfabetizada y el acceso a la salud fuera de las ciudades es difícil. Estamos hablando de un país en el que más del 50% de la población tiene menos de 15 años, donde menos del 3% llega a cumplir los 65 y en el que la mortalidad infantil supera el 14 por mil.

Es un continente abandonado por casi todo el mundo y merece la pena hacer el esfuerzo. Esta gente pobre y sencilla, de verdad es gente comprometida, que quiere a la Iglesia como su familia, donde encuentran acogida y apoyo verdadero sin mirar su religión o etnia. Por eso que cualquier cosa les hace felices, cualquier mínimo detalle. Son gente alegre y les encanta mostrar su alegría. El que Dios haya dado la vida por ellos y les asegure la Vida Eterna les hace inmensamente felices. Pese a contemplar diariamente como son quemadas sus iglesias y degollados los misioneros y fieles. Escalofriante espectáculo ver como los matan.

Realmente se lo hacen pasar mal, les llegan a pegar a veces. Les quitan los hijos a las mujeres, les echan de las casas, etcétera. Pero el que aguanta y llega al bautismo, para lo que hay que ser muy valiente, acaba siendo respetado. En África, la familia está por encima de todo. Otra cosa son las chicas jóvenes que son obligadas a casarse con algún musulmán y este les obliga a dejar la Iglesia.

Pues aquí hay una cierta preocupación por la posible llegada de la pandemia, pero en realidad están más preocupados porque la cosecha se dé bien y poder comer todo el año, por la malaria que sigue matando a un montón de niños, por el último brote de cólera que en nuestra parroquia nos ha dejado sin un catequista... La gran pandemia de África es la pobreza extrema, de la que se desentienden todos los países ricos. Por todo ello está clamando el papa Francisco, aun cuando los organismos mundiales poco caso le hacen.

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