Opinión

Una historia con luces y sombras

A lo largo de más de veinte siglos, la historia de la Iglesia posee luces y sombras y esa barca que partió de Belén ha permanecido de pie frente a acosos muchas veces muy fuertes. Hoy se celebra a los primeros mártires cristianos y ayer a las dos columnas de la fe, san Pedro y san Pablo. En el siglo XI, los cristianos se dividen en dos por diferencias de cultura, lengua, disputa de preeminencia, prestigio del Papado y por la manera de concebir las relaciones Iglesia-Imperio. En el XVI se desgajaron del tronco de Roma las iglesias de la Reforma Protestante; en la época de la Ilustración (siglos XVII y XVIII) abandonaron la fe los aristócratas de la inteligencia, y en el XIX se perdían las masas obreras. No es de extrañar que, respondiendo al deseo de espiritualidad de fines del XX, la Iglesia quiera llegar al pueblo acercando cada día más su mensaje a las exigencias y problemas de los tiempos modernos.

Se comienza con la Iglesia doméstica, en la que la caridad y el amor es el distintivo de los primeros cristianos: “Mirad cómo se aman. La sangre de los mártires es semilla de cristianos” (Tertuliano). Y surgen las persecuciones ante el peligro que el Imperio veía en el cristianismo que, como consecuencia, hizo a los cristianos recluirse en las catacumbas: lugar de oración, reunión y hasta de enterramientos hasta que Constantino promulga el Edicto de Milán (313), la paz constantiniana y la libertad de culto. Constantino, que no fue cristiano hasta el lecho de muerte, da libertad de culto a sus súbditos. Y el Edicto de Tesalónica (380) de Teodosio el Grande convierte al cristianismo en religión oficial del Imperio. De la libertad a la confesionalidad del Estado.

Más tarde (1054) llega el Cisma de Oriente y la ruptura del cristianismo en dos: Roma y Bizancio, católicos y ortodoxos. Mutua excomunión entre Miguel de Cerulario y León IX hasta que Pablo VI y el patriarca Athenagoras, en 1964, se levantan mutuamente la excomunión.

La Iglesia de la Edad Media aparece diferenciada entre clérigos y laicos. En el Renacimiento se cultiva la fachada externa de la Iglesia con la preocupación por el hombre y todos sus valores: el arte, la ciencia, la cultura. Surge también el Cisma de Occidente (Avignon 1305-1378), de Clemente V a Martín V, que lo resuelve (1417-1431). En octubre de 1517, Lutero publica sus tesis en la puerta de Wittenberg y llega el protestantismo y la Contrarreforma católica, con la fijación de la doctrina en Trento: el sentir de comunidad y asamblea, el resurgir del laicado y la conciencia de que todos somos miembros vivos de la Iglesia.

En la Ilustración, el Romanticismo y la Restauración, la Iglesia es considerada como una institución y sociedad en la que Cristo es Maestro Universal de la Humanidad. Aparece el culto a la diosa razón y uno es el espíritu del mundo y otro el de Cristo, con la separación de la sociedad civil de la eclesiástica.

La Iglesia del Vaticano I se considera como Cuerpo Místico jerarquizado, como comunidad perfecta y con una cabeza visible (infalibilidad del papa en cuestiones de moral, dogma y costumbres). Después, la Iglesia del despertar de las almas de Romano Guardini, y la nueva espiritualidad. La Iglesia del “aggiornamento” como Pueblo de Dios, más pastoral, encarnada en el pueblo, del Vaticano II y el Ecumenismo con los encuentros de Juan Pablo II y el patriarca Dimitrios (1987) y con el patriarca sirio Mark Dinja IV en noviembre de 1994 y otros encuentros de Francisco y las reuniones de Asís.

 Surge el pluralismo, la corresponsabilidad y la unidad en la variedad de las distintas formas de espiritualidad. Con el Diálogo (“Ecclesiam Suam”, de Pablo VI) y la Iglesia de la “Redemptor Hominis”, de Juan Pablo II, que resalta la esperanza, la alegría y el convencimiento de que frente al materialismo secularizarte sigue habiendo todo un Dios hecho hombre que es el único libertador mediante una vuelta a la espiritualidad y a los valores de siempre y a Cristo, el único libertador.

Benedicto XVI (2005-2013) es el papa de los grandes contenidos teológicos y Francisco, el de los pobres, las periferias, la apertura, cercanía y sencillez y el cambio.

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