Opinión

Lamentables olvidos

Su majestad el rey don Felipe VI ha tenido la elegancia y cordura a la vez que la virtud del agradecimiento. Ha llamado por teléfono al cardenal de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal para tener un gesto que le honra. Ha agradecido al cardenal Omella el esfuerzo, sacrificio y ejemplaridad que ha tenido la Iglesia española durante la pandemia que estamos sufriendo. Lamentablemente. a la hora de agradecer ese servicio desde otras instancias se ha optado por el silencio, tal vez el olvido…

Y es que la Iglesia en estos meses ha dado un contundente ejemplo. Muchos sacerdotes han donado sus nóminas. al igual que algunos obispos. Muchas diócesis han aportado cantidades considerables para aquellos pueblos necesitados a raíz del covid-19. Igualmente las diócesis han facilitado algunas de sus instalaciones para que los responsables de Sanidad pudiesen utilizarlas. En Ourense ha sido la Casa de Ejercicios y más de 30.000 euros. Y al margen de eso, las Cáritas diocesanas, desde un primer momento, han sacado fuerzas de la debilidad y han estado alimentando en toda España a miles de necesitados, parados y enfermos.

Por otra parte, y esto hay que decirlo muy alto, han sido más de 50 los sacerdotes en toda España que han perdido sus vidas precisamente por estar muy cercanos ayudando a los contagiados. Han sido los capellanes de las distintas instituciones como sanatorios, residencias e incluso cárceles los que se han desgastado y entregado sus vidas de una manera anónima a lo largo de nuestra geografía española. 

Realmente ha sido ejemplar la actitud de la Iglesia ante la pandemia y es al menos injusto que se silencie este servicio. Cierto que lo hacen en virtud de su fe, desde la humildad y el sacrificio de sus vidas. En suma, lo han hecho por vocación quemándose en el surco. Y lo han hecho sin esperar recompensa porque es una exigencia de su vocación, pero el mundo debe saber de ese esfuerzo. Todos los sacerdotes hemos tratado de hacer llegar las misas al pueblo de muy diversas maneras, haciendo uso de las nuevas tecnologías como un deber adquirido, un compromiso lógico con lo que significa nuestro ministerio, pero también es cierto, dejando a un lado las odiosas comparaciones, debe reconocerse esa callada labor.

Y es que la Iglesia tiene, tenemos, muchos pecados pero igualmente alguna que otra virtud que muchas veces se soslaya, olvida o silencia de una manera incomprensible. Muy prestos están algunos a airear los defectos y a ocultar ese cúmulo de virtudes que también objetivamente existen. Es también el momento de echar mano de la justicia sin mancillar, eso sí, la necesaria humildad que debe caracterizar a la Iglesia según aquello de que la mano derecha hará una cosa que debe ignorar la izquierda. Porque, siguiendo la festividad de ayer de San Benito, sigue siendo necesario el “ora et labora”.

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