Opinión

Quienes marcaron la senda

En este domingo se agolpan en mi mente, y sobre todo en mi corazón, un cúmulo de temas todos importantes, comenzando por el reciente fallecimiento de nuestro querido obispo don José Diéguez, la fiesta del Apóstol en este año jubilar doble y, para mi curso, la fecha del 26 de julio: 51 aniversario de nuestra ordenación sacerdotal. Lamentamos la ausencia física ya de tres ordenados aquel día: Berardo Sobrino Vila, Manuel González Álvarez y el cisterciense padre José Luis. Esperamos tratar estos temas a lo largo del mes de agosto.

Pero en este día se celebra un entrañable acontecimiento que es el Día de los Abuelos. El papa y varios obispos han recordado la importancia de este día en el que algunos abuelos peregrinan a Compostela, y Francisco ha recordado que él les acompañará espiritualmente. Se han publicado algunas fotos emotivas del papa con algunos abuelos y afirmó que: “Los ancianos son los artífices de la revolución de la ternura”, y les asegura un recuerdo en su oración “para que, en el abrazo a Santiago, siquiera con el deseo, puedan descubrir, a la luz del Evangelio que el mismo apóstol vino a plantar a España, una nueva misión mirando a la meta definitiva a la que estamos llamados: la vida eterna”, explica Bergoglio en un mensaje remitido por el nuncio Bernardito Auza. Al tiempo, Francisco pide a los abuelos “ser signos del amor de Dios y maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles siendo, en el instante del camino, artífices de la revolución de la ternura”.

Tres obispos españoles igualmente han publicado pastorales sobre el mismo tema. Así, el cardenal Omella de Barcelona, presidente de la CEE: “Una sociedad avanzada se distingue por cómo trata a sus abuelos y a sus jóvenes. Mientras los jóvenes son la vitalidad de un pueblo en camino, los ancianos refuerzan esta vitalidad con la memoria, la experiencia y la sabiduría. No hay mejor manera de mirarse al espejo como país que analizando la calidad de vida que dispensamos a nuestros jóvenes y a nuestros ancianos. Seamos generosos y dediquemos un poco de nuestro valioso tiempo a ellos”.

Al prelado de Zamora, Fernando Valera, que está sufriendo las consecuencias del incendio en su diócesis, le quedó tiempo para afirmar: “Nuestras abuelas y abuelos son un claro referente de la historia en la que estamos enmarcados y sin la cual no podríamos llegar a comprendernos totalmente. Ellos conforman lo que nosotros somos y, no sólo dotan de sentido el pasado, sino que dan contenido a nuestro presente y futuro”.

Para el obispo de Astorga, Jesús Fernández: “Estamos ante una cultura del descarte que valora especialmente el bienestar, la eficiencia y la rentabilidad y que, haciéndonos sentir fuertes y autosuficientes, nos llega a convencer de que podemos prescindir sin problema de ellos y de su patrimonio de experiencia y de vida”.

Certeras reflexiones que esta sociedad del tener debiera asumir para movernos cada vez más en las esencias de nuestra humanidad. La sonrisa de los ancianos cuando los visitamos es de todo punto impagable y merece la pena saber impregnarla en nuestro corazón.

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