Opinión

Tomadura de pelo

Los españoles en Portugal hemos tenido que sufrir -justamente- reiteradas mofas, tomaduras de pelo y escarnios a raíz del resultado final del festival de Eurovisión de este año. Y con toda justicia se han mofado de nuestra representación en el certamen. Increíble esperpento que ha producido sonrojo y suma vergüenza. ¿A quién se le habrá ocurrido enviar a tal personaje?

Pero déjenme que divague porque de lo contrario nos avinagramos la sangre y eso es malo para la salud. Con permiso de mi profe de música voy a intentar hacer una tesis doctoral sobre algo que me preocupa hace tiempo. Y es la letra y la música de algunas de las canciones que duran menos que una paloma delante de un halcón o una gaviota. La categoría literaria y musical de muchas de esas composiciones, aderezadas con unas representaciones escénicas costosísimas, pasa al elenco de la literatura por sus “profundos” contenidos y sus “enormes” mensajes. Y encima muchos de los gregarios seguidores de las mismas se aprenden cuatro palabras en idiomas extranjeros y, sin saber ni que significan, nos llenan locales con espantosos ruidos y decibelios incontrolables. Inauditas modas que se han introducido poco a poco y que, con infinitos “pinganillos”, los jóvenes van escuchando por las calles, en el autobús, en la playa… ¡en todas partes! ¡Depredadores del lenguaje de Cervantes!

A raíz de la “interpretación” del representante español que “tan bien lo hizo” que quedó de primero pero por la cola, se han cargado las cuentas de Twitter. Algunas muy curiosas como aquella que recuerda, a propósito del “gallo” del genial representante hispánico, la canción de Vicente Fernández que antaño hizo furor. El célebre “Polvorete”. La letra, como muchas piezas similares es de lo más “culto”: “Quien pudiera tener la dicha que tiene el gallo./ Racatapún chinchín. El gallo sube,/ echa su polvorete./ Racatapún chinchín./ Y él se sacude”. Y nada digamos de la del Chiquilicuatre, o aquello del “Pasito para adelante…”, el “Manuel, no te arrimes a la pared…” y muchísimas más como la gallega “Fai un sol de c…”. Ni ingenio ni creatividad ni mucho menos valor artístico alguno el que poseen ciertas piezas que, antes de salir al público, debieran ser cercenadas.

¿Cómo y quién permite la salida al mercado de tanta bazofia sin contenido ni mensaje? Canciones que solo poseen una frase repetida reiteradamente incluso en idiomas extranjeros como decimos. Ninguna de ellas pasará a la posteridad ni formará parte de la Biblioteca de la Real Academia. Que, por cierto, si tiene por lema “Limpia, fija y da esplendor”, ya es hora de que cumpla los tres postulados por bien de la literatura española y también de la música.

Encima, y esto es lo grave, estos desaprensivos intrusos campan por sus respetos como si fuesen los reyes del mambo, el tango, el pasodoble, la rumba o la muiñeira con increíble desparpajo presumiendo de sus miserias, lo que delata nula inteligencia y supino sentido común. Lejos de reconocer sus errores y su valor nulo le echan un morro incomprensible.

Hablábamos de Portugal y es que su representante en el festival ha dado un ejemplo único. Allá fue con todo el material para sostener el funcionamiento de su débil y enfermo corazón a la espera de un trasplante. Con toda humildad, él y su hermana prepararon sencillamente la presentación sin ninguna costosa parafernalia. Fue a lo suyo, que era cantar y punto, y al final ganó el primer premio y se ha vuelto esperando que aparezca un donante que remedie su grave dolencia. Ganó la sencillez, la humildad y las grandes señales de naturalidad. ¡Parabens Salvador Sobral, que te lo mereces!

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