Opinión

Una honra para Ourense

El próximo día 15 de octubre, el papa Francisco elevará a los altares a un ourensano de nacimiento. Contará la diócesis ourensana con un santo más. El Padre Faustino Míguez, natural de Acevedo del Río, será el nuevo santo con el que contará la Iglesia. Muchos acompañaremos desde la plaza del Vaticano este solemne acto que es un honor para Ourense y sobre todo para la zona de Celanova, que recoge así un fruto más de la evangelización de esas tierras por parte de San Rosendo y sobre todo por San Martín de Dumio.

Acaso por esa manera de ser tan ourensana miramos hacia fuera sin valorar lo suficiente valores innegables de esta Auria regia que ha dado a la sociedad personajes de gran talla como la Generación Nos, con mayoría ourensana, artistas, poetas, de todo ha salido al calor de las Burgas, con la reciedumbre de nuestro inigualable Puente y guiados por la espiritualidad que mana desde una de las mejores capillas barrocas, que es el Santo Cristo.

Y ha dado Ourense también santos de categoría dispersados por todas las partes del mundo como el Beato Sebastián de Aparicio de A Gudiña a quien tanto deben los automovilistas americanos y que hoy le tenemos presente de manera especial por el terremoto que también llegó a Puebla en México donde reposan sus restos. Pero está también San Francisco Blanco del Tameirón, que dio su vida en misiones. Y Cea venera con toda justicia a Juan Jacobo Fernández, como la Familia Salesiana recordamos a un nutrido grupo de salesianos mártires en España.

El Patronato Santo Ángel de la Fundación Santamarina Temes se ha beneficiado de la sabia decisión de Angelita Varela al encomendarle a las Calasancias del Padre Míguez el cuidado del colegio con el marco incomparable diseñado por Vázquez Gulías. Son, las Calasancias, el fruto más logrado del quehacer apostólico del Padre Faustino, un hombre polifacético, emprendedor y muy atento a las exigencias de los tiempos. A sus religiosas les dejó una frase lapidaria que tratan de cumplir: “Sean como deben o no sean”.

Aun cuando esperamos dedicarle esta sección el próximo domingo en un recorrido por su vida, bien está que tanto para el nutrido grupo de ourensanos que asistiremos a la canonización, como para cuantas alumnas han pasado por el colegio o han tenido contacto con la obra del nuevo santo también en la residencia de Santo Domingo, nos sirva de recuerdo vivo. 

Sigue teniendo la suerte Ourense de contar con las Calasancias precisamente en tiempos de crisis vocacional. Ellas, la pupila de sus ojos, honran la memoria del fundador y transmiten su importante legado. Siempre, pero más ahora que ya estará en los altares al refrendar su vida la misma Iglesia universal.

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