Opinión

Experiencia fatal

Hace la friolera de 2.957 años que Roboam comezó a reinar en Israel. Era hijo del famoso rey Salomón y su ascenso al trono estuvo cargado de preocupación e incertidumbre. Jeroboam, que había servido en la casa de Salomón, era un buen candidato para romper el Reino, y al menos 10 tribus le seguían. O sea, la mayoría. Con todo, en Israel no se ponían de acuerdo en quién debía ser el rey. ¡Seguro que les suena la escena! Ante este panorama, Roboam emprende marcha a Siquem y Jeroboam da un primer paso en la negociación. Porque ya sabemos que ante una gran caminata, siempre hay un primer paso. La propuesta de Jeroboam estaba en bajar los impuestos al pueblo. El yugo que Salomón había determinado en su reinado resultaba demasiado pesado para Israel. Jeroboam llega a prometer algo que no podía cumplir (pues ya estaba determinado que él reinaría sobre 10 tribus): servir a Roboam a cambio de la rebaja de impuestos. Roboam pide tres días para hacer consultas y tomar una decisión. Primero pidió ayuda a los más ancianos. Éstos le dijeron que por el bien del país debía atender a las demandas de Jeroboam y rebajar los impuestos. De este modo, nadie saldría perjudicado; era un mal menor, para evitar otro mayor.

Sin embargo, esta respuesta no satisfizo a Roboam, por lo que consultó a las nuevas generaciones. Aquellos hombres que se habían criado con él y que estaban a su servicio. El consejo de sus amigos fue radicalmente opuesto al recibido por los ancianos: “Mi padre cargó sobre vosotros un pesado yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo. Mi padre os castigó con látigo, pero yo os castigaré con escorpiones”. Como resultado, ¡no hubo nuevas elecciones! El Reino de David y Salomón se dividió en dos. El denominado Reino del Norte (formado por 10 tribus) fue para el monarca Jeroboam. El Reino de Roboam quedó con solo las tribus de Judá y Benjamín, además de los levitas (sacerdotes que no se consideraban como una tribu). Estos llegaron a ser más prósperos y tardaron algunos años más en ser esclavos de Babilonia.

Toda esta historia me recuerda a la situación actual de la izquierda de nuestro país. Plurales, autocríticos, rebosantes de libertad según dicen, dependen demasiado de lo más rancio del poder del pasado que de la realidad del presente. Un pasado con más aciertos que errores. Lleno de buenos momentos. Que nos llevó a ser una nación moderna, pero que en la etapa de hacer historia quieren seguir siendo presente. Por eso creo que Pedro Sánchez ha sabido navegar en esas aguas turbulentas, y ha hecho caso a los más jóvenes. Ellos saben que un “no” categórico no precisa de explicaciones ni exégesis forzadas. Estoy seguro que la renovación del PSOE nunca llegará de la mano de los que cambiaron la “pana” por el traje. Las nuevas generaciones ya no piensan igual. La juventud traerá la renovación o la refundación del partido, si fuese necesario. Y a los mayores estos términos le causan pavor, aunque sean las consecuencias de tomar decisiones contrarias a su ideología. En fin, nadie quiere unas terceras elecciones, y personalmente, aunque no quiera, he de apostar por las cuartas. Lo veremos.

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