Opinión

La economía no admite debates banales

Prácticamente ninguno de los asuntos que centran la campaña electoral en España, polarizada en torno al debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo –claro vencedor en el plató de Atresmedia–, tienen que ver con el futuro del país y, menos aún, con el de la Unión Europea. Se habla mucho del pasado, con verdades, mentiras y medias verdades que solo desatan confusión, pero poco del futuro. Ni siquiera del futuro económico, lo cual no deja de llamar la atención en un país con tantos problemas, asomado a la reforma de las reglas fiscales en la UE.

Lejos de ser un marco de debate riguroso y a fondo sobre los problemas económicos, la campaña del 23-J es tan anecdótica que cuando pasen las elecciones nadie se acordará de lo que se dijo

Pero el hecho de que no se hable en España de reglas fiscales no quiere decir que otros países europeos no lo hagan, ni tampoco que ese asunto no vaya a determinar lo que va a pasar aquí en los próximos años. Es verdad que puede resultar más divertido hablar del Falcon, pero no más responsable; solo más banal.

Lejos de ser un marco de debate riguroso y a fondo sobre los problemas económicos, la campaña del 23-J es tan anecdótica que cuando pasen las elecciones nadie se acordará de lo que se dijo, porque lo que se debate es, en el fondo, intrascendente, visto con perspectiva de medio plazo. Eso sí, puede determinar, a corto, el resultado electoral, lo cual sí es importante.

Son las paradojas de la política actual, influida por la frivolidad y el populismo y vertebrada a través de las redes sociales. Se ha pasado de la lectura a fondo a la lectura de una especie de titulares, a menudo manipulados. Y se ha pasado de la prensa seria a no se sabe muy bien qué cosa. Pero es lo que hay.

España no es el único país sujeto a un proceso electoral, ya que también hay elecciones en Polonia y Países Bajos, que junto con España han desempeñado un papel importante en la búsqueda de puntos de encuentro entre las posiciones divergentes de Francia e Italia por un lado, y Alemania por otro

Otros, claro, no lo ven así y están a lo que importa. Y visto el escenario desde Europa, se da otro fenómeno también llamativo. Es España, a través de la vicepresidenta Nadia Calviño, la que está avanzando en la reforma del pacto de Estabilidad de la Unión Europea durante su presidencia del Consejo de la UE. Lo que en España no se consigue que cale, cuaja en Europa. Es como el mundo al revés. Hay quien se olvida, como observa el escritor Manuel Rivas, de que la democracia exige un mínimo de confianza básica.

A todo esto, España no es el único país sujeto a un proceso electoral, ya que también hay elecciones en Polonia y Países Bajos, que junto con España han desempeñado un papel importante en la búsqueda de puntos de encuentro entre las posiciones divergentes de Francia e Italia por un lado, y Alemania por otro.

 ¿Y qué es eso tan importante que se debate en Europa? Pues nada menos que los objetivos de déficit y deuda, mediante ajustes fiscales negociados entre cada Estado miembro y la Comisión Europea. Sin este tipo de cosas prácticamente no se puede hablar de nada más, ya que la reducción del déficit y de la deuda definen el campo de juego de la política con mayúsculas, en las antípodas de las anécdotas y las banalidades, por muy rentables que estas sean para captar votos.

Del mismo modo, se da en España una vuelta atrás preocupante al emerger políticos que afloran el negacionismo y cuestionan el cambio climático, lo cual además de ser una insensatez tiene consecuencias económicas. España podrá hablar de lo que quiera, pero en Europa se habla del aumento del presupuesto comunitario para ayudar a Ucrania, de los gastos de migración y del aumento de los tipos de interés, todo ello ante un nuevo marco financiero estable que está ya a la vuelta de la esquina, en enero de 2024.

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